viernes, julio 10, 2015

Creer en la educación



Muy ilustrativo este ensayo de Victoria Camps. La profesora de Filosofía Moral y Política defiende la denostada idea de desigualdad bien entendida en el campo de la educación. El profesor y el alumno, el padre y el hijo, no son iguales y no poseen la misma autoridad. Somos desiguales porque nos regimos por el mérito, la excelencia, la preparación, el estudio, el estatus labrado con el paso del tiempo. Somos iguales en derechos, pero la desigualdad entendida como que no todos los actores merecen la misma autoridad es una idea que convive perfectamente con los códigos democráticos. Este derribo o laxitud de la autoridad ha provocado una especie de peligrosa articulación que iguala a profesores y alumnos, a padre e hijos. Ni en el colegio ni en la familia tiene que haber criterios asamblearios en los que los alumnos y los profesores, los padres y los hijos, negocien en pie de igualdad. No es discriminación. Es desmontar una democratización absurda e incendiaria. Esta pérdida de autoridad junto con el ideario que promulga la ley de mercado en su frenético afán de consumir para producir y producir para consumir (o para pedir créditos y endeudarnos y mantener incólume la economía especulativa), han abierto la puerta a todo lo demás: pérdida del prestigio profesoral, evaporación del respeto, deslegitimidad del esfuerzo, fascismo del deseo inmediato (como lo bautiza maravillosamente Rafael Argullol), disolución de las fronteras que separan lo admirable de lo mediocre, apología del consumo y devaluación del pensamiento, bulimia por tener y dejación u olvido de ser, desorientación de qué es la felicidad. La educación pertenece a toda la tribu, escribió Marina, y Victoria Camps refrenda esta idea aunque reconoce que la realidad conspira contra ella. La educación va a la contra, se enfrenta contra un enemigo de dimensiones bíblicas: «La dificultad de inculcar valores inmateriales en un mundo fascinado por los bienes materiales». Mientras la cotización social de una persona se tase por las necesidades creadas que es capaz de sufragarse y no por las necesidades creadas de las que es capaz de prescindir, la educación podrá ganar alguna batalla, pero seguirá perdiendo la guerra, me permito añadir yo. Perdón por la intrusión.