Hoy 21 de enero se celebra en
Europa el Día de la Mediación. A mí me gusta definir la mediación como una
negociación destinada a que dos partes negocien entre ellas la satisfacción de sus intereses. Se puede afirmar que es un puente tendido hacia el diálogo como única
estructura posible para trasvasar argumentos y abordar una solución compartida. Conviene subrayar aquí que el diálogo no es un medio, es la arquitectura biológica en la que se articulan las interrelaciones, el formato para fortalecer nuestra insoslayable condición de
existencias vinculadas a otras existencias. El valor absoluto
de la mediación reside en la utilización del diálogo como
única vía posible para que las partes se den a sí mismas soluciones nacidas de su propia convicción. El cultivo de esta convicción entre los actores es con diferencia la aportación más resplandeciente de la mediación frente a otras fórmulas de resolución de conflictos, su más preciado estandarte a la hora de divulgarla y aplaudirla. El punto casi sacramentado de la mediación reside en esa convicción a la que se puede llegar cuando, gracias al diálogo, un corazón desea entenderse con otro a través de la inteligencia y la bondad. Nada que ver con la cacareada descongestión de la vía judicial, la reducción de
costes emocionales, o la preservación de la privacidad y su fagocitadora exposición pública. Todo esto es anecdótico en comparación con lo anterior.
Canónicamente
la mediación es una negociación con la intervención de un tercero aceptado por
las partes. Su mapa identitario se puede resumir en que este tercero
promociona la búsqueda de un acuerdo entre los protagonistas afectados y lo hace desde una
posición neutral, imparcial y sin poder de decisión. El mediador es por tanto
un agente que marca un escenario comunicativo entre dos o más partes que hasta
ese momento lo habían obviado o declinado. La mediación como fórmula gana centralidad en la
sociedad civil porque se empieza a corroborar que la verdadera solución a un
conflicto emerge cuando las partes implicadas la encuentran a través del diálogo. Proclama la autodeterminación de las personas para
resolver por sí mismas las divergencias con que la vida se reembolsa el hecho
de hacernos a unos y otros tan diferentes. Feliz día a todos los
mediadores. Feliz día a todos los que hacen del diálogo el auténtico eje
sobre el que gravita su interacción con los demás, la fiesta maravillosa que supone
que nuestra biografía se enrede con otras biografías a través de la acción y la
palabra. Ojalá lo tengamos muy presente hoy. También siempre.
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