Páginas

lunes, junio 23, 2014

El espíritu de la escalera




El espíritu de la escalera es la sensación de que lo mejor que se nos ocurre llega cuando ya es demasiado tarde para utilizarlo. Es una curiosa expresión francesa (l’esprit de l’escalier). Explica cómo la aparición del ingenio surge a destiempo, cuando ya es innecesaria, cuando se ha acabado la posibilidad de convertirla en un recurso para salir airosos de una situación. Este síntoma se da cuando se nos ocurren refutaciones geniales a afirmaciones que un rato antes nos han dejado noqueados, ideas que de haberlas tenido en el momento oportuno nos hubieran sacado exitosamente de la situación, nominaciones exactas de lo que queríamos decir en ese instante en que comprobamos con horror que las palabras deshabitan nuestro vocabulario. Lo mejor se nos ocurre al retirarnos y esta constatación demuestra que la inteligencia invierte mucha energía en evitar que la realidad le pille por sorpresa, sin conseguirlo. Esta sensación repetida varias veces provoca otra que es igual de incómoda, pero que guarda la particularidad de desplegarse en tiempo real y no retrospectivamente: la certeza de que dentro de unos minutos seremos mucho más inteligentes que ahora, aunque para entonces ya no nos servirá de nada. Es muy triste ratificarlo, pero el talento se suele retraer cuando necesitamos su urgente colaboración. Este drama cotidiano puede ayudarnos a entender la diferencia entre la teoría y la práctica

El espíritu de la escalera puede tomar la dirección ascendente (cuando se nos ocurren chispazos de genialidad a posteriori), pero también la descendente (cuando en vez de incubar ocurrencias brillantes advertimos que no hemos sabido callar a tiempo las palabras que ahora nos atormentan). Podemos subir la escalera (nos eleva hallar ideas luminosas aunque sea a destiempo) o bajar unos cuantos peldaños (haber proferido ciertas cosas nos hace descender a los sótanos de la mortificación). Lo primero se fija en lo que nos gustaría que hubiese ocurrido, lo segundo en lo que nos gustaría que no hubiese pasado, pero ambas direcciones provocan malestar. Lo interesante del espíritu de la escalera es que despierta la capacidad del ser humano de repasar los acontecimientos y fabular otros desenlaces, la soterrada labor pedagógica que encierra pensar y evaluar lo acaecido. De esa rumiación moderada surge el arrepentimiento, el sentimiento que emana del escrutinio de un hecho del que no nos sentimos satisfechos, o que podríamos haber ejecutado con mayor prestancia. Los que presumen de no haberse arrepentido nunca de nada en la vida no pueden haber sentido jamás el espíritu de la escalera. Y sin él es difícil mejorar, avanzar, superarse. El espíritu de la escalera permite asistir a una clase particular en la que nosotros somos nuestros propios profesores y nuestros hechos el temario a estudiar. Conviene no hacer pellas a esa hora.