Obra de Mauro Cano |
Sentir es atribuir un valor semántico
a las emociones a través del uso de la reflexividad. Sentimos en función de
nuestra condición de animales políticos y somos los animales políticos que
somos según sea la evaluación afectiva en la que cristalizan nuestros sentimientos.
He aquí cómo ética y política se funden en una misma entidad. Como las
emociones no tienen inteligencia, pero los sentimientos sí, sería más correcto
hablar de inteligencia sentimental que de inteligencia emocional, expresión que
en sí misma delata un imposible. Es una alocución tan errática como esa
exhortación que nos invita a sentir más y a pensar menos, como si pensar y
sentir fueran coordenadas excluyentes. Obviamente no solo no son excluyentes,
son la misma dimensión, una consciente y otra interiorizada a través de la
habituación de nuestras inferencias.
Sócrates postulaba conocer el
bien para actuar bien, y actuar bien para vivir bien. Los sentimientos no son
consecuencia de profundas evaluaciones psicológicas, sino de una auditoría ética.
Sentir bien es una labor subsidiaria de argumentar bien, que a su vez orbita en
torno a un eje axiológico que estratifica los argumentos, eje que nace del
resultado de preguntarse cómo sería bueno orquestar ese destino irrevocable que
es la comunidad humana. Para sentir bien hay que desear bien, que a su vez
depende de la competencia de pensar bien, que es el resultado de elegir bien,
elecciones mediatizadas por el modelo de humanidad
del que nos gustaría formar parte en tanto que no nos queda más remedio que
vivir juntos. Sentir bien es dirigir el comportamiento por anhelos que humanizan el lugar en el que se concelebran esas interacciones. Sentir
bien es desear que nos apetezca lo que nos mejora y mejora a los demás, y que nos
desagrade lo que nos degrada y degrada a los demás. En el argumentario social hemos
acordado que quien se autoconfigura así es una persona educada bien. Una
persona que entabla sana amistad con la sabiduría para entender y
sentir las cosas. Para sentirlas bien y disfrutar de sus maravillosas consecuencias.
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