Obra de Rob Rey |
Existe
un lugar común que indica que la persona hipertrofiaría su motivación si los
ingresos obtenidos por ejecutar una tarea fueran elevados. En entornos laborales
yo he escuchado mil veces afirmaciones del tipo «que me paguen una pasta, ya verán
como me motivo». Es una afirmación falaz. El dinero
relaciona con la motivación extrínseca, pero no con la intrínseca, y obtenidas
unas cantidades que satisfacen necesidades básicas, el dinero no genera
motivación alguna. Al contrario, en ocasiones es un poderoso elemento socavador de la propia motivación. La motivación intrínseca conexa con la autorrealización personal, el crecimiento
profesional, el desafío intelectual, la disposición de autonomía, la sensación
de control sobre las acciones, la autoeficacia probada, el afán de
mejorar aquellas competencias en las que uno se sabe eficaz, el sentido de lo que se hace, la asunción de responsabilidades simétricamente
alineadas con nuestras capacidades. Los constituyentes de la motivación
nos pertenecen en exclusividad a cada uno de nosotros. De ahí la incongruencia que
supone quejarse de que «a mí me no motivan». Es una jeremiada que responsabiliza al otro de un vector que sin embargo es rotundamente personal. Una de las causas de este trasvase de responsabilidad se ha producido al sustituir la añeja palabra voluntad por la contemporánea motivación. Nadie se atravería a decir «a mí no me dan la suficiente fuerza de voluntad». Además, se tiende a olvidar que hay muchas cosas que hay que hacer al margen de estar o no motivado. Lo ideal es estarlo, pero no estarlo no exime de no hacerlo.
En los cursos y los seminarios que
imparto no pierdo ni un segundo en motivar a ningún alumno, aunque me desvivo
en no desmotivarlo. Para ello procuro compartir con todos ellos la pasión que me
provoca el conocimiento que estamos tratando e intento relacionarlo con sus experiencias cotidianas, demostrar que el saber tiene enorme centralidad en la dirección de la conducta y por
tanto en su vida personal, poner una retahíla de ejemplos
para apresar mejor las abstracciones (a veces muy abstrusas y complejas) que
explico. Nadie puede motivar a nadie, pero es muy sencillo desmotivarlo. Yo he
estado en contextos laborales en los que he visto cómo languidecía
incrementalmente la motivación de personas muy motivadas por la presencia de
agravios comparativos, retribuciones paupérrimas, clima beligerante y tenso,
maneras arbitrarias e irrespetuosas, laceración de la dignidad, ausencia de delegación, mala
delimitación de tareas y responsabilidades, ausencia de metas claras, una exacerbada
cultura del reproche y negación permanente del elogio, fabricación de coercitivo miedo para detentar poder, aleatoriedad en la
distribución de sistemas de premios y castigos. Cualquiera de estos vectores actuando aisladamente socava la
motivación, pero todos juntos desintegran a una persona. «No hace falta que me
motives, pero te pido por favor que pongas todo tu empeño en no desmotivarme»,
es una petición mucho más realista y útil que la que titula este artículo.Yo todavía no se la he escuchado a nadie.
Artículos relacionados:
Si te esfuerzas llegarán los resultados, o no.
La precariedad en los trabajos creativos.
Más atención a la alegría y menos a la felicidad.
Artículos relacionados:
Si te esfuerzas llegarán los resultados, o no.
La precariedad en los trabajos creativos.
Más atención a la alegría y menos a la felicidad.