Martin A. Nowak es uno de los más
señalados expertos mundiales en evolución y teoría de juegos. En su ensayo Supercooperadores (Ediciones B, 2012), explica
cómo la dimensión cooperadora es clave para la teoría evolutiva, cómo «la
cooperación es el arquitecto de la complejidad viva», «cómo las mayores
recompensas proceden de tener muchas interacciones productivas, es decir,
cooperativas». Nowak ha rastreado la mejor estrategia a la hora de decantarnos
por la cooperación o la competición en situaciones en las que nuestra decisión
depende de la que tome el otro y viceversa. Disponemos de cuatro modelos de
comportamiento para habitar la convivencia: el cooperador, el competitivo, el
gorrón y el primo. Me interesa sobre todo la figura del gorrón, del desertor,
del parásito, del tramposo, del egoísta, del que utiliza la defección para
beneficio propio a sabiendas de que perjudica a todos los demás y deprime el
ecosistema. La tentación del gorrón es directamente propocional a los niveles
de cooperación, de ahí su complicadísima eliminación. Si existe mucha
cooperación en el tejido social, el desertor obtendrá elevados beneficios no
cooperando. Si decrece el número de gorrones, aumenta la cooperación, y al
aumentar la cooperación, la tentación de convertirnos en gorrón se multiplica
exponencialmente. Entramos en un círculo sin salida.
La pregunta es pertinente. ¿Se
puede neutralizar la conducta del gorrón?
La respuesta es desoladora. Siempre habrá gorrones, siempre habrá
alguien que trate de encontrar un beneficio privado conculcando una norma que
sin embargo es respetada por los demás (el gorrón no saca tajada sólo por vulnerar
la regla, sino que necesita indefectiblemente que sus congéneres la cumplan y
por tanto asuman los costes). En la historia evolutiva siempre se enlazarán
fases de cooperación y deserción. Ahora bien, se puede amortiguar la presencia
de gorrones si logramos que la dimensión
ética tenga más centralidad en la vida de las personas (la ética es
incluir a los otros en mis deliberaciones, insertar en mis juicios hipótesis
sobre qué ocurriría si mi conducta es reproducida por todos los demás y actuar
en consecuencia), si activamos la reciprocidad, si existe una perspectiva de
represalia que funcione como mecanismo disuasor. Nowak realizó un informático juego de
probabilidades en la evolución de la cooperación para descubrir cuál sería la
mejor estrategia a emplear para edificar ecosistemas cooperadores en los que
conviven conductas rivales. La mejor estrategia para la construcción de la comunidad fue la
bautizada como Tit for Tat Generosa.
Esta estrategia siempre responde con cooperación a la cooperación, y cuando se
enfrenta a la deserción, coopera en uno de cada tres encuentros. «No olvides
nunca un buen giro, pero de vez en cuando perdona uno malo». Se trata de ser
cooperador con quien lo es y castigar a quien no lo es, pero de vez en cuando
indultarlo para que se incorpore a las filas de la cooperación. «No dejar que el oponente sepa con exactitud
en qué momento se va a ser bueno con él». Esta es la estrategia para minimizar al gorrón,
no para erradicarlo. Cuanto más cooperadora sea una comunidad, más tentadora
resultará la opción desertora. Aunque si te descubren también será mayor la
sanción social. El gorrón evalúa todos
los pros y contras de su posible conducta. Y actúa o se inhibe. A veces en décimas de segundo. A veces en
frías, taimadas y calculadas estratagemas.