Obra de Nigel Cox |
El verano pasado acuñé un término que quiero
compartir aquí. Cuando lo
inventé, me pareció increíble que nadie lo hubiera descubierto antes. Accedí a
buscadores digitales y para mi asombro no figuraba por ningún lado. Me estoy refiriendo al término inteligencia monetaria. En su ensayo Mentes
flexibles Howard Gadner definía la inteligencia como «un potencial
biopsicológico para procesar de ciertas maneras unas formas concretas de
información. El ser humano ha desarrollado diversas aptitudes para el
tratamiento de información -a las que llamo inteligencias- que le permiten
resolver problemas o crear productos». En su popular obra La teoría de las inteligencias múltiples Gadner cifró en ocho
el número de inteligencias (lingüística, lógico-matemática, corporal y cinética,
visual y espacial, musical, interpersonal e intrapersonal). Tiempo después
agregó la inteligencia existencial (la tendencia a formularnos los grandes
interrogantes y tratar de despejarlos). Lo más relevante de esta
teoría no es sólo el descubrimiento de ocho gigantescas capacidades para
operar sobre la realidad, sino que estas inteligencias actúan de un modo
sectorial. Por ejemplo. Un individuo puede ser un virtuoso resolviendo problemas matemáticos, pero ser inoperante para solucionar conflictos.
Si la inteligencia es la capacidad para encontrar
respuestas óptimas a las demandas del entorno, la inteligencia monetaria es la
capacidad de monetarizar las acciones que un individuo lleva a cabo mientras
coordina y sincroniza aquello que le solicita el medio ambiente en el que se
desenvuelve. Analizadas las ocho o nueve inteligencias de Gadner no hay ninguna ni tampoco una posible hibridación que aluda a esta habilidad de identificar claramente oportunidades lucrativas y dirigir toda
la energía hasta allí y mantenerla en el tiempo extrayendo ganancias
estrictamente económicas. No es un asunto baladí. El
dinero posee un nulo valor de uso, pero un gigantesco valor de cambio, puesto
que los recursos sólo se consiguen legalmente con el intercambio de dinero. La inteligencia
monetaria no cursa necesariamente con la inteligencia financiera, el conjunto
de actividades útiles a los actores económicos, o con la propia economía,
disciplina que estudia estrategias y herramientas que permiten gestionar y
analizar la información sobre el funcionamiento del mercado. No, no necesariamente hay lazos de parentesco entre ambas inteligencias. He hablado con bastantes personas sobre
inteligencia monetaria. Muchas de ellas me han confesado con voz un tanto descorazonadora
que no la poseen, o la tienen en cantidad muy exigua. Otros se sienten impotentes porque son incapaces de rentabilizar nada. Incluso he dado con gente a la que le provoca rubor señalar a cuánto ascienden sus honorarios cuando alguien soliticita sus servicios. Hay un punto que los homogeneiza. A pesar de estas palmarias carestías, todos anhelaban
ganar algo de dinero para dejar de pensar en él (ojo, no querían incrementarlo, sino eliminar su incómoda omnipresencia en su imaginario).
He comprobado que las personas con la
inteligencia monetaria ligeramente inhabilitada suelen poseer una elevada motivación intrínseca, disfrutan y alcanzan el estado de flujo con las tareas que realizan convirtiendo en subalterno el complemento salarial o la retribución. Casi
me atrevería a afirmar que en estos casos varias de las ocho inteligencias consignadas por
Gadner urden un complot para entumecer el sano despliegue de la monetaria. Sin
embargo, en muchos casos de los que poseen una inteligencia monetaria terriblemente exacerbada, la motivación
intrínseca es idéntica a la extrínseca, llegándose a confundir, o incluso la onda expansiva de la extrínseca es tan potente que borra cualquier vestigio de intrínseca. Esta
superposición de motivaciones les permite que el placer de la tarea (ganar
dinero) sea directamente proporcional a su recompensa externa (obtención de dinero). Surge así un bucle virtuoso propulsado por un deseo venal que
probablemente persiga la estima social vinculada al capital como criterio para estratificar a las personas.
El prototipo puro del inteligente monetario trama ganar dinero como eje rector de su creatividad, primero es el fin y luego urde los medios. A los que tienen inhibida esta inteligencia les sucede lo contrario, primero se le ocurren proyectos, y luego escrutan cómo monetarizarlos. También conozco envidiables casos en los que la inteligencia monetaria brilla en personas con una afilada inteligencia creativa dirigida a implementar proyectos en los que se armoniza la fruición de la tarea y la obtención de ingresos. La inteligencia monetaria vive bajo cierta sospecha por una razón muy sencilla. Acumular riqueza patrimonial o elevadas cantidades de capital en un mundo organizado bajo la lógica capitalista no necesariamente implica trabajar y mucho menos deslomarse. El hombre es el único animal que puede ganar dinero, y si es en cantidades grandes incluso sin necesidad de recibir un salario o una remuneración. Invertir es toda acción en la que el dinero trabaja mientras uno descansa. Hace dos años en nuestro país se produjo un hecho insólito. Por primera vez desde que existen mediciones las rentas de capital superaron a las rentas de trabajo. Quizá este hecho provoque algo de recelo en ese amplio repertorio de aptitudes que conforman el término inteligencia monetaria. No lo sé. Habrá que investigar más.
Artículos relacionados:
El incentivo económico.
La precariedad en los trabajos creativos.
A mí no me motivan.
El prototipo puro del inteligente monetario trama ganar dinero como eje rector de su creatividad, primero es el fin y luego urde los medios. A los que tienen inhibida esta inteligencia les sucede lo contrario, primero se le ocurren proyectos, y luego escrutan cómo monetarizarlos. También conozco envidiables casos en los que la inteligencia monetaria brilla en personas con una afilada inteligencia creativa dirigida a implementar proyectos en los que se armoniza la fruición de la tarea y la obtención de ingresos. La inteligencia monetaria vive bajo cierta sospecha por una razón muy sencilla. Acumular riqueza patrimonial o elevadas cantidades de capital en un mundo organizado bajo la lógica capitalista no necesariamente implica trabajar y mucho menos deslomarse. El hombre es el único animal que puede ganar dinero, y si es en cantidades grandes incluso sin necesidad de recibir un salario o una remuneración. Invertir es toda acción en la que el dinero trabaja mientras uno descansa. Hace dos años en nuestro país se produjo un hecho insólito. Por primera vez desde que existen mediciones las rentas de capital superaron a las rentas de trabajo. Quizá este hecho provoque algo de recelo en ese amplio repertorio de aptitudes que conforman el término inteligencia monetaria. No lo sé. Habrá que investigar más.
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