martes, abril 14, 2020

Yo soy tú cuando yo soy yo


Obra de Nigel Cox
He titulado el artículo de hoy con un precioso verso de Paul Celan (1920-1970) alojado en Elogio de la lejanía, un libro publicado en los años cincuenta del siglo pasado. Pertenece al poema Amapola y memoria: «Yo soy tú cuando yo soy yo». Frente al hiperindividualismo molecular que exhorta a propuestas tan narcisistas y centrípetas como enamorarnos de nuestro yo, o casarnos con nosotros mismos para mostrar públicamente nuestros sentimientos de amor a nuestra subjetividad (ya existen bodas en las que el cónyuge declara ceremonialmente el sí quiero nupcial a su propio ego ante los aplausos de los emocionados asistentes), el pensar no folclorizado entraña el estupor de advertir de que dentro de nosotros no hay nada purgado de otredad. Somos un biográfico nudo gordiano en el que la figura múltiple y heterogénea del otro conforma el denso ensamblaje...



* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.















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viernes, abril 10, 2020

Recuperar la conciencia de finitud


Obra de Thomas Ehretsmann
En el artículo del pasado martes escribía que la vulnerabilidad desarticula las tesis del yo todopoderoso, insular y autárquico que tanto insiste en predicar ilusoriamente el neoliberalismo sentimental. Basta con tener una dolencia estacionaria, o un contratiempo del cuerpo que nos aprisione en una convalecencia, o que el azar nos sea ligeramente esquivo, para que ese yo alérgico a dependencias se muestre lábil e inoperante. Acaso este sea el motivo por el que la vulnerabilidad ha sido expoliada de la imaginería hegemónica. Ocurre exactamente lo mismo con la finitud, con nuestra indefectible condición de seres mortales, seres sujetos a un acontecimiento concluyente con el que un día clausuraremos nuestra adherencia a la vida. La finitud no solo señala una vulnerabilidad exacerbada, sino que anuncia su eclosión, el instante en que el cuerpo capitula y acepta la rendición que lo deportará del reino de los vivos. Salvo que el poshumanismo demuestre lo contrario, somos criaturas senescentes, caducas, finitas. Sin embargo, todos los relatos mercantiles, publicitarios, recreativos, en los que habitamos parece que no admiten la decrepitud y el final de nuestros cuerpos, o la presencia súbita y abrupta de nuestra genealogía mortal patrocinada por un episodio de fatalidad. Es muy significativo que estos días de pandemia se confirme esta deriva...



* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.

















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