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Obra de Serge Najjar |
Es relativamente sencillo pasar sin demasiados agobios estos días de confinamiento a los que nos obliga el estado de alarma social decretado por el gobierno, si uno dispone
de un entorno grande y amable, unas personas queribles y otea un horizonte no especialmente tempestuoso al concluir el régimen de cuarentena. Los espacios juegan un papel determinante en la salud tanto de las interacciones con los demás como en la introspección personal, pero también la situación en la que se encontrará uno cuando la pandemia pueda ser absorbida sin miedo al colapso por el sistema sanitario. A pesar de que estar recluidos forzosamente nunca resulta grato, por las redes
se pueden ver infinidad de vídeos y fotografías en los que la gente muestra su ingenio para
sobrellevar lo mejor posible la cuarentena y eliminar la usura de un tiempo que
parece amontonarse de manera informe. Desde su condición de internaútas, las personas comparten en el ultramundo digital sus tácticas para confabular la cuarentena de un modo creativo y pedagógico, que el encierro sirva para aprender, que permita el acceso a tiempos y disposiciones afectivas vetadas hasta hoy por la celeridad que nos solicita la producción. Sin embargo, resulta difícil no
añadir a esta romantización del encierro qué ocurrirá en hogares levantados en infraviviendas con un claustrofóbico y minúsculo número de metros cuadrados en los que ni el entorno es amable, ni las
personas...
* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel
Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir
aquí.