Ayer se celebró el Día del Trabajo. Hace
unos años fui coautor junto a Juan Mateo del libro El trabajo dignifica y
cien mentiras más (LID, 2007). En las entrevistas que hicimos los días
de su publicación siempre nos preguntaban por el título. Recuerdo
que yo argumentaba que la dignidad es un derecho que las personas nos
hemos dado a nosotros mismos por el hecho de serlo, probablemente para
protegernos de nuestra condición depredadora. Los seres humanos sufrimos
una graciosa propensión a convertir en nuestro alimento al más débil a
través de la explotación, la sumisión, la subyugación, el miedo, el
hurto de su autoestima, o la cada vez menos enmascarada mercantilización
de los Derechos Humanos. Esa dignidad no la otorga ninguna actividad,
ni remunerada ni ociosa. Es consustancial al acontecimiento de existir.
Volvamos al tema del trabajo. No está de más recordar aquí que trabajar es entregar tu tiempo y tu habilidad a una actividad concreta encorsetada en un horario de la que saldrá un bien o un servicio. Por esa tarea uno es retribuido, recibe un salario (cada vez más devaluado). Ya está, no hay que mitificarlo más. Como hay muchos tipos de trabajo, trabajar nos puede gustar, divertir, multiplicar, congratular, satisfacer, colmar, motivar, abducir; pero también alienar, jibarizar, desmotivar, deshumanizar, cosificar, aburrir, desangrar. Eso sí, ningún trabajo nos puede dignificar. Somos dignos por ser personas. El trabajo no nos dignifica, pero es de las cosas que por mantenerlo más fácilmente te puede arrebatar la dignidad. Cada día más. Y quizá por eso las tasas de desempleo son endémicamente tremebundas. Lo son. Lo han sido. Lo seguirán siendo.
Volvamos al tema del trabajo. No está de más recordar aquí que trabajar es entregar tu tiempo y tu habilidad a una actividad concreta encorsetada en un horario de la que saldrá un bien o un servicio. Por esa tarea uno es retribuido, recibe un salario (cada vez más devaluado). Ya está, no hay que mitificarlo más. Como hay muchos tipos de trabajo, trabajar nos puede gustar, divertir, multiplicar, congratular, satisfacer, colmar, motivar, abducir; pero también alienar, jibarizar, desmotivar, deshumanizar, cosificar, aburrir, desangrar. Eso sí, ningún trabajo nos puede dignificar. Somos dignos por ser personas. El trabajo no nos dignifica, pero es de las cosas que por mantenerlo más fácilmente te puede arrebatar la dignidad. Cada día más. Y quizá por eso las tasas de desempleo son endémicamente tremebundas. Lo son. Lo han sido. Lo seguirán siendo.