Cómo utilizar la mediación para resolver conflictos en las
organizaciones (Paidós, 1997) es un tan interesante como entretenido ensayo
sobre esas singulares negociaciones en las que interviene un tercero. Aunque el título de la obra se circunscribe a las organizaciones, su contenido es extrapolable a cualquier círculo de convivencia. Andrew Floyer Acland, mediador y consultor independiente que trabaja con entidades y departamentos de gobierno, elimina el buenismo con el que últimamente se identifica al conflicto y señala la dificultad intrínseca al proceso mediador: si los actores acuden a una negociación asistida es porque por ellos mismos no han podido acordar una solución. El autor también delimita con realismo el mapa de los conflictos. Apunta la existencia de conflictos tan enconados que se tornan irresolubles y
requieren la intervención de la ley, la necesidad de judicializar
inevitablemente algunos escenarios por la resbaladiza cerrazón de una o de
ambas partes, o por esa funesta lógica en la que cuando uno no sabe cómo solucionar un conflicto trata de solucionarlo de cualquier manera. Eliminada la pátina bucólica de los conflictos (que no sea malo tener
conflictos no significa que sea bueno tenerlos, como divulga con alegría la literatura management), el autor propone como mejor herramienta
para afrontar conflictos la ADR, acrónimo en inglés que significa «solución
alternativa de las disputas». Esa
solución busca ante todo soslayar los tribunales y evitar los severos y monetarios trastornos
de esa visita. En la mediación se emplea menos tiempo, menos gasto pecuniario,
menos coste emocional, menos exposición pública de la privacidad.
La idea
nuclear que invita al uso de la mediación como método es que la solución del conflicto
pasa por la colaboración de los agentes implicados: «Si hay dos personas en el
mismo hoyo, la única manera de poder salir es ayudándose mutuamente». Ahí entra
el tercero imparcial con el afán de que los actores en conflicto colaboren
entre ellos para solucionarlo. Ese tercero se encarga de reducir la hostilidad
entre los interlocutores, promociona una comunicación atenta y sin obstrucciones, encarrila la discusión y la orienta hacia el futuro (en los conflictos mal gestionados la palabra ayer aparece muchas más veces que la palabra mañana), intenta que haya
buena voluntad e impere el sentido común, ayuda a comprender los intereres del
otro, reformula propuestas, salvaguarda las relaciones. Acland analiza el
conflicto (brillante la correlación que efectúa entre gestión del conflicto y
gestión del cambio en tanto que todo conflicto persigue la implantación de un cambio)
y finalmente explica aptitudes y técnicas en la mediación, dividiendo en nueve
diáfanas etapas el proceso mediador. El ensayo no es literatura académica sobre
la negociación, es un manual, una guía trufada de ejemplos reales. Un libro
pensado para estimular el empleo de la mediación más que para diseccionar sus
piedras angulares. Aunque no obsta para que el autor explique con aplastante congruencia las virtudes de la mediación. Y qué hacer para que afloren.
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