Obra de Jurij Frey |
En Las mejores palabras (Premio
Anagrama de Ensayo 2019) Daniel Gamper define las palabras como «contenedores
transparentes con los que quien manda controlará la realidad». El poder se
puede definir de muchas maneras, pero una de ellas es la de dominar los instrumentos para elegir y publicitar la semántica de las palabras que releen el mundo. Cambiar
el significado de una palabra es cambiar el significado del mundo que designaba o declaraba.
Todo aquel que desee disturbar el orden de las cosas lo primero que ha de hacer
es modificar las palabras en las que reposa ese orden. Tener decisión transformadora sobre el significado de
las palabras con las que la vida se narra y nos narra es una fidedigna muestra
de un poder que podrá ser utilizado para emancipar o para adiestrar, para
empequeñecer o para amplificar, para subyugar o para autonomizar, para
relaciones verticales u horizontales, para marginar o para integrar, para
crispar o para dulcificar, para entristecer o para alegrar. Las
palabras nos acompañan, nos abrigan, nos protegen, nos hacen. Nos ubican afectivamente para determinar cómo trataremos a los demás, pero también cómo nos trataremos a nosotros mismos en esa conversación ininterrumpida en la que somos la parte y la contraparte de un sinfín de acuerdos y desacuerdos flotantes y silenciosos. Su mal uso, su
abuso o su empleo tergiversador pueden lograr con suma sencillez que muchas palabras terminen siendo una mala
compañía.
Las palabras son herramientas para explicarnos, pero también para
hacernos y posicionarnos, lo que nos obliga a respetarlas cada vez que las pronunciemos
y permitamos que nos pronuncien con ellas. No puedo por menos de acordarme ahora y aquí de Julio Anguita, que
falleció el pasado sábado, y que nos enseñó con su voz y su ejemplo algo muy en
desuso: el posicionamiento político sobre las formas de vida (que no deja de ser un séquito de palabras) compromete a habitar en las formas de vida en las que
uno se posiciona. Cada vez es más inusual porque cada vez las experiencias cognitivas, culturales y académicas están más alejadas de las palabras que devienen práctica de vida autodeterminadora. El conocimiento cooptado por la razón técnica se ha escindido como expresión de sentido y dimensión con consecuencias en la instalación de la existencia, un conocimiento que arrumba con altivez toda disciplina cuajada de esas palabras que ayudan a pensarnos y a esclarecernos. Cuando
hablo tan a menudo de los cuidados incluyo muchas vertientes que rara vez
la conversación pública vincula al cuidado. Como todo lo que ocurre ocurre en palabras, el cuidado lingüístico es uno de los cuidados más determinantes. En
un mundo empecinado en cuidar la imagen, me atrevo a invocar el cuidado de las
palabras. Las palabras que nos dicen, decimos y nos decimos.
Medicina lingüística: las palabras sanan
Cuidar las palabras que cuidan de nosotros
Escuchar a alguien es hablar con dos personas a la vez
Cuidar las palabras que cuidan de nosotros
Escuchar a alguien es hablar con dos personas a la vez