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Obra de Nigel Cox |
A finales de febrero escribí un artículo sobre diferentes prácticas
de transgresión. El artículo fue muy bien acogido, se compartió por la comunidad del me gusta varios miles de veces y se
diseminó en una explosión de garabateadas trayectorias por el ultramundo digital. Me
llamó mucho la atención la arraigada identificación de las lectoras y los lectores
con las prácticas que calificaba de transgresoras y disidentes. No consistían en acciones
directas en las que te juegas una multa o una detención, ni en acudir a concentraciones ni a manifestaciones
que guardan peligro, ni en secundar huelgas en las que arriesgas ingresos o empleo, ni en hacer proselitismo activista en las redes sociales. Las prácticas que citaba en el artículo consistían en caminar, leer y estar en silencio. No es que las prácticas reseñadas antes no sean necesarias, que lo son, es que creo que se desemboca en ellas con unos afectos más permeables y con más membrana comunitaria si uno frecuenta a menudo estas otras tres actividades. Hubo gente que me escribió dándome las gracias
por explicar cosas que ya hacían y sentían, pero que les resultaban difíciles
de verbalizar y de defender con interlocutores que reducen la vida a un áspero libro de contabilidad...
* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel
Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir
aquí.
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