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martes, abril 21, 2020

Aprender a valorar las cosas antes de que se las lleve la corriente


Obra de Almudena Sánchez Mata
Prosigue el confinamiento. Con toda probabilidad mañana será prorrogado una quincena más y por lo tanto tendremos que ceder de nuevo a una singularidad poco subrayada estos días tan excepcionales y a la vez tan impregnados de abatimiento. La cuarentena no solo nos obliga a permanecer encerrados dentro de casa, sino que nos fuerza a habitar dentro de nuestra cabeza. El confinamiento físico entraña un confinamiento psíquico. Sé que desde que nacemos vivimos en el interior de nuestro cerebro, pero el aislamiento social cancela la interrelación presencial con los demás, necesaria para la desescalada del contagio, y nos metamorfosea en anacoretas aprisionados en nidos insulares de ladrillo y cristal. Es cierto que disponemos de una bendita multiplicidad de pertrechos digitales para entretenernos y tapar nuestros oídos al ulular de los fantasmas del tedio y la aflicción, pero la extensa duración del confinamiento empieza a hacer mella en la capacidad de concentración y distracción. Al no existir tiempos diferentes que se complementen y se brinden sentido mutuo desde su condición antagónica, el tiempo comienza a ser una gigantesca y pesada presencia informe difícil de docilizar. Mucha gente con la que hablo a diario me confiesa estar ahíta de lecturas de todo tipo, de ver películas, de sumergirse en series...


* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.















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viernes, febrero 08, 2019

Educación: una ética del sentir bien

Este martes 12 de febrero pronunciaré una conferencia en el Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. Concretamente en su sede de Barcelona. La he titulado Educación: una ética del sentir bien. La idea neurálgica de mi exposición es que el lugar más peligroso del planeta Tierra es el cerebro de una persona educada mal. Cuando hablo de una persona educada mal, que suelo diferenciar de una persona mal educada, me refiero a una persona cuya sentimentalidad está articulada con aligerado presupuesto ético. En la persona educada mal hay una estratificación valorativa que desdeña la vida en común o ni tan siquiera la percibe en los innumerables bucles de interdependencia que jalonan la acción humana. Sin embargo, en la persona mal educada lo que emerge es una conducta claramente acotada y momentánea que sanciona que ese comportamiento es susceptible de ser mejorado. En esta conferencia intentaré abrir un espacio de deliberación sobre qué esperamos de nosotros mismos como seres humanos anudados indefectiblemente a otros seres humanos, y qué afectos sabotean este propósito y cuáles colaboran con él. La inscripción es gratuita en la página oficial del colegio. Se puede acceder haciendo click aquí. Estáis invitados.