Obra de Michelangelo Pistoletto |
En el ámbito educativo
hoy comienzan las vacaciones de Semana Santa. Momento de pausar los días para
establecer una relación más amable y descansada con el tiempo. Recuerdo cuando
era estudiante y llegaba la temible época de los exámenes finales. En vez de
preocuparme de cuántos días disponía para estudiar, mis cálculos se
radicalizaban en torno a cuánto tiempo podía acumular para descansar. Mi mejor
amigo, actualmente segundo entrenador de uno de los grandes equipos de la
Premier, vindica permanentemente que tan relevante es el entrenamiento como el
descanso. Son elementos asociados. En los estadios de repercusión no hay
prevalencia del uno sobre el otro. Sin descanso tanto físico como cognitivo los
entrenamientos sirven para muy poco. Sin entrenamientos, el descanso pierde su
operatividad. Muchos aducen que las
vacaciones sirven para desconectar, pero creo que su función es justo la contraria. El
tiempo libre es un refugio para ensamblarnos con aquello que nos sabotea el
tiempo obligado de la producción. Así que estos días toca descansar de la
celeridad que fragiliza nuestros vínculos afectivos, de la sobrecarga de tareas
alimenticias que nos alejan de la ejecución de aquello que nos anuda con
nuestros sueños más entusiastas. Descansar para cuidar y atender mejor al
huésped alojado en las palpitaciones de nuestras sienes, para volver a
inscribirnos en el mundo y en la vida compartida de un modo más deliberado y
consciente. Volveré a este universo pantallizado el seis de abril para
compartir el semanal artículo de los martes. Hasta entonces que disfrutéis de
estos días de asueto. Un abrazo a todas y todos.