jueves, julio 17, 2025

Entrevista

Publicada originalmente en ABC Sevilla (11.Julio.2025).

Redacción: Andrés González-Barba


José Miguel Valle (Bilbao, 1968) es un filósofo y profesor que ha abordado distintos temas a través de sus libros. Recientemente ha publicado 'La bondad es el punto más elevado de la inteligencia' (editorial Alvarellos), un ensayo donde aborda la ética de la bondad, poniendo en diálogo a esta última con los cuidados, la ética, la política, la justicia, el conocimiento, la dignidad, la agencia, los afectos o el amor.

Antes del libro, todo empezó con el artículo 'La bondad es el punto más elevado de la inteligencia', que escribiste en tu blog y que contó con más de un millón de visitas. Luego apareció en 'Cultura Inquieta' y volvió a hacerse viral. 

Así es. Desde hace once años todos los martes escribo y publico un artículo en el blog Espacio Suma NO Cero. Allí delibero sobre cuestiones vinculadas con la interacción humana y la vida en común. La mañana que escribí el viralizado texto de la bondad fue una mañana como otra cualquiera. De hecho, nada más publicarlo me olvidé de él y proseguí con mis dinámicas de trabajo cognitivo. Tanto en la forma como en el fondo el artículo era similar a todos los que llevaba escritos hasta ese momento. El estilo autoral era análogo, y las ideas afectivas que abordaba en él apenas diferían de las de otros artículos precedentes. Fue una sorpresa mayúscula que el texto tuviera una audiencia tan exorbitante. En una semana había sobrepasado el millón de visitas, y, como bien apuntas, cuando lo publicó Cultura Inquieta, más de un millón y medio de personas decidió tras su lectura compartirlo en sus redes sociales. La narración de este episodio tan sorprendente, la interacción que entablaron conmigo quienes lo leyeron y quisieron aportar matices sobre la concordancia entre inteligencia y bondad, o la rotunda negación de este nexo, más el análisis de la propia bondad y sus correlatos éticos, son el núcleo del libro.

¿Por qué la bondad puede interesar tanto en una sociedad como la actual en donde hay tanta competitividad y a muchas personas no les importa 'pisar' al prójimo?

La contestación a tu pregunta es el contenido de uno de los capítulos del libro. Son muchas las posibles respuestas. En el fragor de la vida cotidiana se nos olvida que somos seres interdependientes, ecodependientes, vulnerables y mortales. Los trajines diarios son formidables para la desmemoria de nuestra propia configuración. Sin embargo, cuando ponemos en suspensión el ajetreo del día a día se intelige fácilmente que sin la cooperación de los demás no podríamos ser el ser humano que somos. Anhelamos un mundo donde se nos trate conforme a la titularidad de una dignidad que nos da derecho a tener derechos, ser cuidados y respetados, y a la vez nos insta al deber de tratar así a los demás. En las páginas del libro explico detalladamente el motivo de este anhelo y por qué concuerda con la inteligencia.

¿En qué medida la bondad es un síntoma de inteligencia? 

En un escenario de interdependencia la actitud más sabia es la de reciprocar. La razón cooperativa nació antes que la razón instrumental. Gracias a la cooperación, al apoyo mutuo, por expresarlo en términos de Kropotkin, una persona puede pensar en sus intereses, pero teniendo en cuenta los intereses de los demás, prerrequisito para que los demás consideren los suyos. ¿Hay una forma de habitar la vida compartida más lúcida que la de una bondad que deviene en predisposición a la cooperación y el cuidado, y al anhelo político de lo justo y lo conveniente? Esta es la cartografía que invoco en el libro.

¿Cómo se puede reflexionar sobre la bondad en el ser humano teniendo dirigentes mundiales con tan pocos escrúpulos como Putin y Trump?

Precisamente la existencia de personas indolentes ante el dolor que provocan, o de instituciones impertérritas ante el daño que infligen a los menos aventajados, nos urge a deliberar en la plaza pública qué vida en común queremos y cómo queremos vivirla sabiéndonos entidades que hemos hecho de la convivencia un destino irrevocable. Que el ser humano haya creado la noción del mal, o de pocos escrúpulos, como indicas en tu pregunta, habla muy bien de él. Todos los comportamientos que presumimos reprobables solo se explican desde una idea de bien que vinculamos con lo más humano del ser humano. Sin embargo, creo que el sesgo de la negatividad nos hace recrearnos mucho en señalar lo aciago de la existencia y nos coarta la imaginación para dedicarla a la ficción ética de encontrar horizontes de mejora. Mi propuesta discursiva es pensar posibilidades, decantarnos por enfoques proactivos y no solo reactivos. No reducir el pensamiento a la indignación que brota ante lo injusto, sino desplegarlo también en configurar futuros inspirados por lo que consideramos admirable.

A menudo se ha tenido la idea de que la filosofía es como una especie de ente intelectual apartado de las necesidades del ser humano, pero este ensayo demuestra que tu texto está al día de todas las vivencias sociales y que no escribes de 'oídas', sino como un investigador que vive en el mundo que le ha tocado vivir, en la sociedad del siglo XXI.

La filosofía es el sustantivo del verbo pensar. Pensamos para acomodarnos en el mundo, vivir de una manera más aproximada a lo que consideramos que debería ser una vida buena. Estos horizontes referenciales que infunden orientación y sosiego solo son posibles a través del pensamiento. Pensar no es una actividad desapegada de la vida, es la condición de posibilidad para vivirla bien.

Durante cinco años has estado viviendo en Tomares y en concreto formaste parte del cuerpo de docentes que impartían el Curso Especialista en Meditación en la Pablo de Olavide. Posteriormente estuviste en el de la Universidad Loyola Andalucía para un curso similar. ¿Cómo resultó esta doble experiencia?

Recuerdo los años que viví en Tomares con mucho cariño. Allí estuve cinco años. Fueron años de mucho estudio y mucha práctica de vida de lo estudiado. La experiencia universitaria me resultó muy fértil. Supuso compartir conocimiento con personas deseosas de recibirlo, pero también supuso adquirirlo de ellas. Disfruté mucho porque el conocimiento se expande cuando entra en contacto con el conocimiento de los demás.

Siendo de Bilbao, ¿te chocó mucho la mentalidad del sur? ¿Cómo viviste ese cambio norte-sur?

Nací en Bilbao, pero he vivido en diferentes lugares. Sólo puedo hablar de mis vivencias, de lo contrario caería en generalizaciones peligrosas. Me he encontrado con personas fantásticas con las que me sentí y me siento muy cómodo y muy querido. Sí he percibido cierta propensión a desdramatizar las cosas, a celebrar la fiesta del mundo cada vez que se da la oportunidad. Celebrar ritualmente lo que nos agrada denota entusiasmo, comunidad, alegría, elementos que facilitan vivir una vida buena. Y a mí me encanta que sea así.

¿Crees que en las zonas del sur como Sevilla es más fácil encontrar la bondad en las personas o eso no depende de las regiones?

No me gusta estereotipar ni atribuir virtudes a nadie por el lugar geográfico en el que ha nacido o en el que reside. Las virtudes se dan en las acciones que una persona decide acometer, y esas acciones a su vez dependen mucho del contexto sociopolítico y económico, la historicidad, la biografía, el repertorio íntimo de predilecciones y aversiones en el que una persona está subsumida. Hay que tener mucho cuidado y mucha precaución cuando se establecen juicios de valor. También mucha bondad. En el ensayo reflexiono mucho sobre este aspecto que denomino bondad discursiva.

¿Sobre qué estás reflexionando en estos últimos meses que pudiera ser el germen de un nuevo libro?

Tengo dos ideas bastante maduras, en realidad siempre dispongo de ideas bullendo en mi cabeza. Me preocupa más encontrar el momento fruitivo de desarrollarlas y convertirlas en escritura. En mi caso escribo para disfrutar del proceso de escribir, corregir, investigar, leer, confrontar, pensar. Si las circunstancias no son las más idóneas para que ese disfrute aparezca en el lapso del proceso, entonces postergo el proceso, porque la tarea creativa pierde su quintaesencia. Creativamente busco la delectación, no la producción. Afortunadamente en breve confluirán las circunstancias adecuadas para ese disfrute.

 
Otras entrevistas:
«Leer no es una forma de matar el tiempo, es una manera de comprender mejor la vida».
«Necesitamos fines en un mundo sobresaturado de medios».
«La pedagogía de la pandemia es colosal».  


martes, julio 15, 2025

Aporofobia, chivos expiatorios y la dicotomía Nosotros-Ellos

Obra de Didier Lourenço

Escribe la filósofa estadounidense Martha Nussbaum que «el odio a uno mismo se proyecta con demasiada frecuencia hacia fuera, hacia "otros" particularmente vulnerables; de ahí que las actitudes de la persona hacia sí misma sean un elemento clave de toda buena psicología pública». Dicho desde la dimensión política. El malestar democrático y la sensación de injusticia nacidos del desdén institucional mostrado a las capas con bajo nivel de renta,  abandonadas a su suerte, en favor de cada vez mayores prerrogativas a las élites económicas en los momentos más lacerantes de la crisis financiera de 2008, es un factor situacional idóneo para incentivar y azuzar el odio e instrumentalizarlo partidistamente a través de la génesis de un chivo expiatorio. El chivo expiatorio logra que el problema se desplace lejos de su genuino origen, y se confunda el síntoma con la causa. Es un dinamismo insensato y deletéreo, pero fabuloso para enmascarar el verdadero origen de numerosos problemas sociales. Como odiar es odiarse, es muy sencillo elaborar eslóganes con los que captar apoyo electoral entre quienes están descontentos con su vida simplemente eligiendo un chivo expiatorio. El resentimiento se desplaza a un grupo precario sin capacidad ni política ni social para desarticular la narrativa en la que se le inculpa de todos los males. El chivo expiatorio es pura analgesia para el dolor infligido por la frustración y la impotencia. Ocurre que los sentimientos de clausura obnubilan a quienes los hospedan, de tal modo que su potencia destructora se redirige contra otras personas ridículamente estereotipadas, y no contra las medidas políticas y económicas que permiten el curso regular de las injusticias que despiertan ese odio. 

Estos mecanismos cognitivos se están percibiendo con desoladora transparencia en estos convulsos días en los que el chivo expiatorio han sido las personas migrantes. Cabe puntualizar que no hay xenofobia en quienes dirigen su animadversión a las personas foráneas, o demandan una reevaluación deshumanizadora de las políticas migratorias, sino aporofobia, el elocuente término que acuñó Adela Cortina hace ya un cuarto de siglo. Leamos qué dice su autora en el ensayo que escribió en 2017 para teorizar sobre este término y delimitar su campo de acción semántico: «Lo que produce rechazo y aversión no es que vengan de fuera, que sean de otra raza o etnia, no molesta el extranjero por el hecho de serlo. Molesta, eso sí, que sean pobres, que vengan a complicar la vida a los que, mal que bien, nos vamos defendiendo, que no traigan al parecer recursos, sino problemas. Y es que es el pobre el que molesta, el sin recursos, el desamparado, el que parece que no puede aportar nada positivo al PIB del país al que llega o en el que vive desde antiguo, el que, aparentemente al menos, no traerá más que complicaciones. De él cuentan los desaprensivos que engrosará los costes de la sanidad pública, quitará trabajo a los autóctonos, es un potencial terrorista, traerá valores muy sospechosos y removerá, sin duda, el 'estar bien' de nuestras sociedades, en las que indudablemente hay pobreza y desigualdad, pero incomparablemente menor que la que sufren quienes huyen de las guerras y la miseria.  (...) Aunque algunas gentes se quejen de que en la vida corriente hablamos en exceso de fobias, lo bien cierto es que, por desgracia, existen, son patologías sociales y precisan diagnóstico y terapia. Porque acabar con estas fobias es una exigencia del respeto, no a «la dignidad humana», que es una abstracción sin rostro visible, sino a las personas concretas, que son las que tienen dignidad». 

En el fabuloso ensayo  Compórtate, la biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos, el neurobiólogo Robert Sapolsky dedica gran parte de su estudio a explicar la dicotomía Nosotros- Ellos, inercia tribal imbatible para la constitución del chivo expiatorio. Tendemos a la confianza, la generosidad y la cooperación hacia los miembros de nuestro grupo (Nosotros), y desplegamos un comportamiento acerbado y susceptible de entrañar violencia hacia otros grupos (Ellos). Si convenimos que fascismo es el modo de repudiar  e intentar fracturar cualquier otro sentir que no sea el propio, este propósito confiere arraigo a esta categorización tan agonal de Nosotros-Ellos. Afortunadamente Sapolsky afirma que existen factores que remiten esta peligrosa dicotomía, y, por tanto, me permito agregar, también ayudan a elidir esa renuencia a aceptar sin victimizarse la existencia de pluralidad y heterogeneidad humanas. 

Sapolsky propone entre otros factores preventivos la necesidad de darse cuenta de los  estrepitosos prejuicios con los que construimos las narrativas en las que luego se apoyan nuestros argumentos y creencias, «ser consciente de nuestra sensibilidad a la repugnancia, al resentimiento y a la envidia; reconocer la multiplicidad de dicotomías Nosotros-Ellos que albergamos y enfatizar aquellas en las que el Ellos se convierte en un Nosotros; contactar con un miembro de Ellos en las circunstancias correctas; resistirse al esencialismo; asumir otra perspectiva; y, por encima de todo, individualizar a los miembros del grupo Ellos». Cuando se personaliza y se pone nombre y apellidos a los seres humanos, se humaniza el trato. Cuando nos humanizamos al tratarnos, propendemos a reprimir los juicios precipitados y superficiales. Cuando pensamos sin prisas e intercambiamos pareceres con personas que padecen una historia de sufrimiento, solemos mostrar diligencia y cuidado con la dignidad de la que es titular esa persona por el hecho de ser una persona tan extraordinaria como lo son todas las demás por serlo. La filiación a la humanidad disuelve cualquier dicotomía porque está por encima de todas las que se puedan fabular.   

 
Artículos relacionados:
Aporofobia, aversión y rechazo al pobre por ser pobre.
Cuidar los contextos para cuidar los sentimientos.
Llamar a las personas por su nombre.