Aquí está la segunda entrega de la serie Pensando en Mediación. Se trata de una charla de miembros de la Escuela Sevillana de Mediación con diferentes invitados. La inauguraron los directores Javier Alés y Juan Diego Mata. En esta segunda ocasión me
tocó a mí pasar por delante de las cámaras. En la grabación hablo con una adolescente profana en la materia, apenas
sabe en qué consiste la negociación y la mediación. La charla gira en
torno a varias ideas que suelo repetir a menudo tanto aquí en Suma No Cero como en cursos: «La palabra es la distancia más corta entre dos cerebros que desean entenderse».«Que se peleen las palabras
para que no se peleen las personas que las pronuncian». «Hablando se entiende la gente y a veces así tampoco». «La solución de cualquier conflicto es patrimonio exclusivo de la palabra. Se puede terminar de muchas maneras, pero sólo se puede solucionar de una». El vídeo se puede ver íntegramente haciendo click aquí.
Un lugar interdisciplinario para el análisis de las interacciones humanas. Por José Miguel Valle.
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viernes, enero 23, 2015
martes, diciembre 02, 2014
Donde compartimos oxígeno deberíamos compartir también palabras
Como profesor de la Escuela Sevillana de Mediación, sus directores Javier Alés y Juan Diego Mata me invitaron a participar la semana pasada en una de sus habituales ideas.
Grabar una breve charla sobre Conflictos y Mediación con un profano en
la materia. La idea neurálgica de mi intervención fue que discutan las
palabras para que no se peleen las personas. El ser humano dio un salto cualitativo en la historia de la humanidad el día que pasó de emplear la fuerza para satisfacer sus intereses a esgrimir pacientemente la palabra. Sigmund Freud escribió que la civilización se inauguró en el momento preciso en que uno de nuestros antepasados en vez de atacar a su congénere arrojándole enfurecidamente un sílex le profirió un insulto. Las palabras son la distancia más corta entre dos cerebros que anhelan entenderse, donde compartimos oxígeno con los demás deberíamos exigirnos compartir palabras, pero esta sofisticada tecnología no ha erradicado el uso de la fuerza y el uso de la violencia. Los seres humanos disponemos de la maravillosa creación del lenguaje (y de su siniestro envés, la mentira), pero simultáneamente también somos fácil presa de pulsiones primitivas que lo soslayan a la hora de conseguir nuestros propósitos. Necesitamos seguir reivindicando algo que de puro obvio se nos olvida. La palabra posee el patrimonio exclusivo de la solución de los conflictos. Por la fuerza se pueden terminar, pero no solucionar. Eso sólo le compete a la palabra. A la palabra educada, cívica, argumentada.
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