Ya está disponible en diferentes
tiendas digitales el e-book Filosofía
de la negociación. Lo publica la editorial Acuerdo Justo, dirigida por Franco Conforti, dentro de la colección Ágora del conflicto. Se
trata de un ensayo nacido de una
experiencia de creación social e inteligencia compartida. Concreta en un
amplio diálogo los foros de debate de tres ediciones del curso
universitario on line Negociación estratégica. Este curso lo impartió
ENE Escuela de Negociación en colaboración con la Universidad Pablo de Olavide
de Sevilla. Después de la producción coral de los contenidos, yo me encargué de
la tutorización del curso y de la redacción diaria de los comentarios en los múltiples foros. Ese magma ordenado y compendiado ha dado como resultado este libro. La obra trata la negociación
y sus disciplinas adyacentes desde la certeza de su omnipresencia en las
interacciones humanas. No se ciñe sólo a reduccionistas aspectos cuantitativos,
sino sobre todo a ángulos cualitativos que tienden a subestimarse en el
estudio de la disciplina. Filosofía de la negociación abarca temáticas que afectan a la negociación,
pero también incide en otras habitualmente marginadas en su bibliografía (ética, filosofía, teoría de la argumentación, economía del
comportamiento, ética discursiva, conflictología, psicología social). Se
mezcla la literatura académica con la atmósfera coloquial de los debates al
estilo de los ensayos platónicos. Con prólogo de Javier Alés e introducción de Arturo Iglesias. El libro se puede adquirir en Amazon.
Un lugar interdisciplinario para el análisis de las interacciones humanas. Por Valle Bilbao.
lunes, febrero 02, 2015
jueves, enero 29, 2015
El ser humano es el ser capaz de cometer inhumanidades
Se cumple en estos días el 70º Aniversario
de la Liberación de Auschwitz. Entre 1940 y 1945 fue el campo de
exterminio más operativo de los nazis, una sofisticada industria urdida para
exterminar a seres humanos, el gigantismo más espantoso destinado a eliminar la
presencia corpórea de personas gaseándolas y cremándolas tumultuariamente. No se saben las cifras exactas, aunque se estima que entre cinco y seis millones de personas fueron allí deportadas del reino de los vivos en asesinatos sistemáticos. Al principio del Holocausto los nazis obligaban a los prisioneros a cavar fosas comunes y luego allí mismo los ametrallaban. En esas fosas de proporciones abismales se aglomeraban entre tres y cuatro mil personas que tras ser baleadas indiscriminadamente eran luego engullidas por la misma tierra que habían abierto y esparcido a un lado con sus manos, pero el ritmo de la aniquilación era exasperantemente lento para el que anhelaban los ideólogos de la infamia. De ahí que dieran un paso al frente de la atrocidad e inventaran una economía industrial más rápida y eficaz para culminar la abolición física de los cadáveres. La incineración en los hornos crematorios era ahora sí un exterminio acelerado y aséptico. Fue todo tan exacerbadamente despiadado que Theodor Adorno seis años después del horror hizo célebre el adagio «no se puede escribir poesía después de Auschwitz».Y Primo Levy, que estuvo confinado allí, compartió la lección más aterradora que nos legaba saber que el infierno había existido aquí en la tierra: «Auschwitz sucedió y por tanto puede volver a suceder. Quien niega Auschwitz es quien precisamente estaría dispuesto a volver a hacerlo».
Siempre comienzo mis clases de negociación e inteligencia social recordando una obviedad que a veces me provoca rubor, pero que los alumnos no se han planteado hasta que la desentraño. El ser humano sólo puede satisfacer sus demandas de dos maneras: apelando a la fuerza o esgrimiendo la palabra. La historia es opulenta en acontecimientos abominables que informan de qué ocurre cuando nos decantamos por el uso de la fuerza. En uno de sus ensayos, el perspicaz José Antonio Marina concreta que la historia de la humanidad es el libro de cuentas de un matadero. Carlos Ruiz Zafón en El juego del ángel apunta que la historia es el vertedero de la biología. Muchas veces no somos conscientes de toda la brutalidad y de todo el dolor que antecede al plácido ahora en el que vivimos. El Roto en una de sus lúcidas y desoladoras viñetas explica que los historiadores se dedican a potabilizar la sangre humana derramada.Quizá esa sea la razón de nuestra desmemoria. Se nos olvida que el ser humano es un ser capaz de cometer inhumanidades.
Los seres humanos nos hemos
pasado toda nuestra historia matándonos unos a otros pero, peor aún, también investigando y desarrollando
tecnologías destinadas a maximizar la pulverización de semejantes. Freud señaló que la
civilización se inauguró el día en que un ser humano en vez de atacar a su
enemigo con un sílex le profirió un insulto. Utilizó la palabra en vez de la fuerza. Los seres humanos somos envoltorios cerrados en los que llevamos
la pulsión innata de la agresividad (deseo de
infligir daño sólo percibido por uno mismo), pero que casi nunca la convertimos
ni en agresión (lastimar al otro para conseguir algo en contra de su voluntad),
ni en violencia (utilización desmesurada de la fuerza para además de alcanzar
unilateralmente nuestros intereses despojar de dignidad a nuestro adversario y
cosificarlo para denegarle la condición de semejante, acto que si se repite a
menudo tiende a banalizarse mágicamente, como bien apuntó Hanna Arendt, y que anima a la supresión del tabú de matar, o a justificarlo con algún argumento defendido con heladora racionalidad, apunto yo).
Provenimos de la selva, de conducirnos durante miles y miles de años por la lógica despiadada del más fuerte, pero inteligentemente hemos decidido apartarnos de ella. Los seres humanos somos por esencia lo que somos, y conviene no olvidarlo, pero también merced a esa misma esencia somos aquello que deseemos llegar a ser, y conviene recordarlo. Somos animales que hemos posibilitado sentimentalizar y alfombrar de afecto y respeto nuestra relación con los demás, pero también somos sujetos con una naturaleza y una biografía histórica que debe ponernos a la defensiva de nosotros mismos. En nuestro interior borbotean pulsiones afectivas y pulsiones depredadoras, la bondad y el odio, la atracción y la repulsión, la humanidad y la deshumanización, la compasión y el sadismo, la equidad y la subyugación, lo admirable y lo abyecto, la comprensión y el despotismo. A todos nos compete construir hábitos afectivos, sensibilidades éticas y contextos compartidos que nutran lo mejor de todos nosotros y neutralicen lo peor. No debemos olvidar jamás ni Auschwitz ni todos los demás campos de concentración y exterminio diseminados por todo el planeta. Auschwitz es la respuesta más elocuente y sencilla que se puede ofrecer cuándo alguien pregunta retóricamente hasta dónde podemos llegar al comprobar día a día la degradación progresiva y el incumplimiento crónico de los Derechos Humanos. Creer que esta respuesta es hiperbólica es desconocer quién habita dentro de nosotros.
Artículos relacionados:
Empatía, compasión y Derechos Humanos.
Si quieres la paz, prepara la paz.
El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza.
Provenimos de la selva, de conducirnos durante miles y miles de años por la lógica despiadada del más fuerte, pero inteligentemente hemos decidido apartarnos de ella. Los seres humanos somos por esencia lo que somos, y conviene no olvidarlo, pero también merced a esa misma esencia somos aquello que deseemos llegar a ser, y conviene recordarlo. Somos animales que hemos posibilitado sentimentalizar y alfombrar de afecto y respeto nuestra relación con los demás, pero también somos sujetos con una naturaleza y una biografía histórica que debe ponernos a la defensiva de nosotros mismos. En nuestro interior borbotean pulsiones afectivas y pulsiones depredadoras, la bondad y el odio, la atracción y la repulsión, la humanidad y la deshumanización, la compasión y el sadismo, la equidad y la subyugación, lo admirable y lo abyecto, la comprensión y el despotismo. A todos nos compete construir hábitos afectivos, sensibilidades éticas y contextos compartidos que nutran lo mejor de todos nosotros y neutralicen lo peor. No debemos olvidar jamás ni Auschwitz ni todos los demás campos de concentración y exterminio diseminados por todo el planeta. Auschwitz es la respuesta más elocuente y sencilla que se puede ofrecer cuándo alguien pregunta retóricamente hasta dónde podemos llegar al comprobar día a día la degradación progresiva y el incumplimiento crónico de los Derechos Humanos. Creer que esta respuesta es hiperbólica es desconocer quién habita dentro de nosotros.
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