Pintura de Mac Torne |
Un lugar interdisciplinario para el análisis de las interacciones humanas. Por José Miguel Valle.
viernes, noviembre 21, 2014
¿Pero qué es una negociación?
lunes, noviembre 17, 2014
La escucha activa
Pintura de David Kockney |
Uno de los términos más manidos
de los últimos tiempos es el de «la escucha
activa». Tendemos a confundir oír con escuchar, que son dos acciones muy
diferentes, y quizá por eso hemos colocado un epíteto a la acción de escuchar. Puede parecer una definición muy llana, pero escuchar
es prestar atención a lo que se oye. En el contexto de una acción comunicativa
es atender a lo que nos están diciendo, anclar nuestra atención en la transferencia de información que están depositando en nosotros. Ocurre que nuestro cerebro recibe mensajes a una velocidad de 150 palabras por minuto
(no podemos hablar más deprisa), pero posee una afilada capacidad para procesar
700 palabras en el mismo tiempo. Esta gigantesca asimetría entre la llegada de información
verbal y la capacidad cerebral para dar cabida a casi siete veces más provoca
que muchas veces estemos pensando en otras cosas mientras alguien nos habla. De ahí la
relevancia de prestar atención, que podría definirse como el acto consciente
en el que impedimos que nuestro cerebro se entretenga con todo aquello ajeno al
episodio comunicativo para centrarse en las pocas palabras que le entrega nuestro interlocutor para decodificarlas.
Precisamente la escucha activa trata de combatir esta propensión a rellenar el
pensamiento con otra información y con otras ideas mientras se dirigen a nosotros. La
escucha activa es una técnica de comunicación en la que un oyente recepciona un
mensaje verbal, identifica lo expresado y después lo reformula utilizando palabras
análogas a las que utilizó su interlocutor para saber si los significados interpretados y los
expuestos concuerdan. Puede parecer una contradicción léxica, pero la escucha
activa no se reduce a escuchar, es sobre todo hablar de lo que acabamos de
escuchar. O sea, a la escucha activa le sobre el epíteto (activa) y le falta un verbo (hablar).
viernes, noviembre 14, 2014
La inteligencia ejecutiva
La idea central de este ensayo de José Antonio Marina (Ariel, 2012) es que
podemos domesticar nuestra inteligencia computacional o generadora, la que
opera en el umbral de la inconsciencia. Dicho de forma coloquial, podemos poner
a trabajar para nuestros intereses de manera consciente a nuestro inconsciente. ¿Cómo se logra esta
tarea tan fantástica? Gracias a la construcción de automatismos. El automatismo
se entrena y, paradójicamente, empezamos a entender qué hemos de hacer para
domeñarlo, metabolizarlo, lograr que su energía
propulsora de ocurrencias se alinee a nuestro lado. La inteligencia
ejecutiva (que organiza todas las demás inteligencias –cognitiva, emocional- y
cuyo fin no es conocer sino dirigir bien la acción aprovechando nuestras
emociones y conocimientos) tiene
capacidad para la elección de metas y la elaboración de hábitos, es decir, decide
qué objetivos quiere para sí y la manera de realizarlos. La inteligencia ejecutiva toma decisiones,
dirige las capacidades humanas, pero sobre todo puede edificar proyectos,
ficciones que a medida que se injertan en la realidad van transfigurándola,
metas pensadas que dirigen y movilizan energía e ideas provenientes de la
inteligencia generadora.
Un proyecto es una meta pensada y
perimetrada por la inteligencia ejecutiva, que de este modo convierte a la inteligencia generadora
en un proveedor de ideas y de energía tractora afanada precisamente en
convertir en presente esa anticipación del futuro. «Llamamos ejecutivas a todas
aquellas operaciones mentales que permiten elegir objetivos, elaborar proyectos
y organizar la acción para realizarlos». Cuando nos adentramos en la realidad impulsados por la función directiva
que ejerce un proyecto (regula las emociones, dirige la atención, mantiene el
esfuerzo, facilita el tránsito de información, articula la memoria de trabajo),
la realidad se plaga de posibilidades, cobra brillo, expande el mundo, se convierte en una herramienta para la
determinación de nuestras ideas. «La mirada se vuelve inteligente al ser
dirigida por proyectos inventados». Surge la capacidad poética, la mirada
creadora, una manera de habitar la realidad que modela la propia realidad. He aquí el maravilloso hallazgo, más
maravilloso si añadimos que la inteligencia ejecutiva puede ser educada. «Los dominios de la inteligencia generadora
(el cognitivo, el motor, el afectivo) van a ser transmutados al estar
dirigidos desde arriba por el sistema ejecutivo». La iniciativa personal
permite la aparición de la mirada creadora. Y la mirada creadora encuentra en
la inteligencia generadora (que se desarrolla en la inconsciencia y se mueve en
muchos casos por impulsos biológicos) el mejor aliado para sus fines que no son
otros que alcanzar la felicidad (la experiencia que acompaña a la acción) y la
dignidad (el valor que nos hemos dado las personas por el hecho de serlo y que
requiere de atenciones permanentes). Lo
inconsciente se convierte en fuente nutricial del consciente a través de una
meta que genere atracción potente. Empezamos en la neurología y desembocamos en
la ética. En alguna entrevista Marina se ha referido a este hallazgo como la
tercera revolución de la educación. No es para menos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)