El pedagogo norteamericano Matthew Lipman
(1922-2010) consideraba el pensamiento como algo en permanente estado
de transformación. Materia voluble, dúctil, fluctuante. Toda nueva
información cambia nuestro pensamiento (incluso cuando lo afianza) y ese
nuevo lugar en el que se ubica el pensamiento condiciona
indefectiblemente la adquisición de información novedosa. Esta fluctuación del
pensamiento distingue tres dimensiones en absoluta interconexión, tres dimensiones que Lipman trató en su programa Filosofía para niños. Por un
lado está la dimensión crítica. Es la evaluación, el juicio, el
análisis, la anticipación, la actividad incestuosa del conocimiento
manteniendo relaciones con conocimiento familiar, no dar ningún
postulado por válido hasta que no lo contrastemos y lo verifiquemos,
indagar la existencia de falacias, quién nos dice lo que nos dice y por
qué, en qué autoridad se apoya. La siguiente dimensión propuesta por Lipman es la dimensión creativa.
Se suele consignar que pensar es encontrar respuestas adecuadas a las
demandas del entorno, pero también lo es formular preguntas inusuales
para que sus respuestas abrillanten ese mismo entorno. Hay que mirar de
un modo desacostumbrado, cuestionar la homologación social de ciertos
supuestos que nos llevan siempre a las mismas conclusiones, proponer
alternativas, derribar dogmas, fabular cosmovisiones distintas, astillar
la parcialidad de nuestros juicios, desenmascarar sesgos, puntos
ciegos, prejuicios, suposiciones, toda la irracionalidad que campa
impunemente en nuestras afirmaciones.
Por último, pero no por ello lo último, nos encontramos con la dimensión ética. Todo lo glosado aquí se convierte en un ejercicio inacabado si al pensar no incluimos a los demás. La dimensión ética nos invita a universalizar nuestra conducta, imaginar qué ocurriría si todos hiciésemos lo mismo, pero también a desarrollar la lógica empática y discernir qué es lo mejor para todos. No es ocioso recordar que un pensamiento crítico en una cabeza que ignora al otro puede mineralizar el ecosistema de un modo fulminante. Por ejemplo: una solución irreprochable para la ortodoxia económica puede sin embargo degradar hasta lo inaceptable la vida de la ciudadanía si la excluye de sus escrutinios. Si ignoramos a los demás en nuestros análisis, si nos olvidamos del impacto que tendrán nuestras decisiones en lo cotidiano de su existencia, la dimensión crítica y creativa devienen en instrumentos fallidos. Las tres dimensiones están ensambladas en una siderurgia que no admite fragmentación si queremos aspirar a realidades más habitables y justas. Si una de esas dimensiones se ausenta en la construcción de ocurrencias, el pensamiento se gripa. Aunque su portador no lo advierta.
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No hay nada más práctico que la ética.
El abogado del diablo.
Pensar es escoger sentimentalmente.
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