El abuso de debilidad se produce cuando una persona se aprovecha de
otra gracias a su vulnerabilidad y fragilidad afectivas. Resulta
difícil delimitar las fronteras del abuso de debilidad porque en muchos
casos el claramente perjudicado da su consentimiento para que el otro
ejecute acciones de dudosa licitud. Sin embargo, ese consentimiento
puede estar prologado de manipulación o violencia psíquica, y aquí es
donde todo el paisaje se llena de niebla. ¿Cuándo es abuso, estafa,
timo, engaño, manipulación de la confianza, y cuándo es decisión
autónoma, voluntad libre, relación consentida, aceptación nacida de un
acuerdo entre iguales, conductas éticamente apropiadas? El abuso de debilidad y otras manipulaciones
(Paidós, 2012) trata de trazar esos limítes y recordar insistentemente
que aunque hay situaciones que pueden no ser jurídicamente sancionables,
sí se pueden evaluar desde el prisma moral. Su autora es la psicólogo y
psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen, conocida por su obra de
temática muy similar El acoso moral. El libro se adentra en un
primer momento en el análisis pormenorizado del consentimiento (no hay
consentimiento válido si se ha dado por error, o si ha sido obtenido con
violencia o dolo, es lo que se tipifica como vicio de consentimiento),
la confianza, la influencia y la manipulación. En el apartado dedicado
a reseñar las más habituales tácticas manipuladoras que el abusador
esgrime con su víctima, la autora se ciñe al exitoso libro Pequeño tratado de manipulación para gente de bien (que reseñé en el blog de ENE Escuela de Negociación hace ya unos años) de los también franceses Robert-Vincent Joule y Jean-Léon Beauvois.
Una vez cartografiado el mapa de la influencia nos habla de las
víctimas potenciales para los depredadores, que suelen posar su atención
en personas mayores, discapacitadas, menores, hijos (sobre todo en
situaciones de divorcio), gente secuestrada por inmadurez o carencias
afectivas. Esta fragilidad en la dimensión sentimental es el ángulo de
ataque del abusador, el tendón de Aquiles de las víctimas para ser más
fácilmente sojuzgadas. Entre los impostores encontramos mitómanos
(mentirosos compulsivos con necesidad de ser admirados), seductores,
timadores (muchos de ellos agazapados en el tuétano de las entidades
financieras), perversos narcisistas (muy taimados y calculadores),
paranóicos (que actúan más por coacción que por manipulación). Todos
ellos se dedican al sometimiento psicológico y la vampirización de su
víctima. El último capítulo del libro es desolador. La autora defiende
que los valores imperantes en el contemporáneo tejido social facilitan
el abuso de debilidad. La exención de responsabilidad personal delegada
en los demás o diluida en los factores ambientales, la pérdida de
límites, la dificultad para articular bien la vida pulsional, la
vehemencia de la gratificación instantánea que incentiva el fraude y el
atajo, la inseguridad y el miedo provocados por la crisis económica y
financiera, la consiguiente desconfianza en nuestros iguales, exacerban
nuestra condición de seres frágiles y demandan una mayor presencia de
autoridad pública. La autora advierte del peligro que supone la
inflación del Derecho cuando sustituye el necesario control interno de
cada uno de nosotros. Un semillero para abusadores.