Obra de David Kassan |
Por su interés lingüístico e informativo, Aporofobia ha sido elegida la palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente. Este neologismo significa
el desprecio a las personas en situación de pobreza. Ya aparece en la versión digital del diccionario de la RAE. Es un concepto acuñado por Adela Cortina hace dos décadas. Mi mejor amigo y yo nos topamos con
él en uno de sus artículos de prensa de aquellos días. Desde entonces esa palabra forma parte de la cotidianidad de nuestro vocabulario y nos ha servido para delimitar con precisión ciertas conductas del paisaje social muchas veces nominadas con deliberada inexactitud. Al enterarse de la elección, su autora ha comentado que «me parece oportuno que se ponga sobre el tapete que este fenómeno existe, dándole un nombre». Adela Cortina inventó la palabra para diferenciar la xenofobia de la animadversión
al pobre. A veces consideramos xenófobas realidades sociales que
sin embargo son aporofóbicas. Aporofobia proviene del término griego áporos,
sin recursos, y ahora gracias a ella podemos referirnos a la aversión a una persona exclusivamente por su pobreza. El año pasado Cortina publicó un ensayo
con el transparente título de Aporofobia, el rechazo al pobre (Paidós, 2017), lo que sirvió de trampolín de notoriedad al término. En sus páginas
explica en qué consiste exactamente.
La profesora utiliza el ejemplo de la inmigración
para que se distinga claramente entre xenofobia y aporofobia. Se rechaza al
inmigrante pobre, pero incluso se sugiere cambiar la legislación del país
receptor para que se instale a su conveniencia el inmigrante rico. En realidad,
como señala Cortina en el ensayo, es repulsión al que está en una situación de debilidad,
cruel estigmatización de los peor situados. El pobre se convierte así en objeto de repudio (que no sujeto, en tanto que no se le reconoce
dignidad ni se le aplican los Derechos Humanos que jurídicamente trae aparejados). Creo que también se podría tachar de aporofobia el denigrante
discurso que conexa la pobreza no a una consecuencia económica y política de la
escandalosamente desigual distribución de los recursos, sino a un fracaso
personal, al demérito o a la escasez de esfuerzo y su subsiguiente ausencia de
recompensa. Es el colmo de la pobreza y el cinismo de la riqueza: el pobre además
de ser pobre es culpable de serlo. Se antoja harto difícil eliminar o al menos atenuar el pauperismo
del espacio compartido cuando un elevado número de los que comparten ese
espacio creen que quien lo padece es porque se la merece. Esta visión
despolitiza el problema social de la pobreza, lo disocia del reparto de la riqueza y lo relega a asunto privado.
Se suele definir la pobreza como la incapacidad de establecer unos mínimos elementales para la protección y el cuidado de la existencia material. Esta afirmación es irrefutable, pero presenta una lectura muy reduccionista. La ausencia de recursos básicos provoca disturbios en todos los flancos de la experiencia humana, pero sobre todo en la construcción de un horizonte vital. La pérdida de lo más primario de la soberanía individual expulsa ferozmente del léxico la palabra proyecto. La pobreza y sus contemporáneos vecinos (la precariedad, la inestabilidad, la incertidumbre, la volubilidad, la indefensión, la pobreza salarial) desdibujan el presente poco a poco, pero su verdadera víctima es la desintegración de cualquier idea de futuro. En la pobreza no hay posibilidades de autorrealización, que es el referente más radicalmente humano. Dicho de otro modo. La pobreza deshumaniza. La aporofobia amplifica abyectamente esta deshumanización.
Artículos relacionados:
Aporofobia, rechazo al pobre por ser pobre.
Empatía, compasión y Derechos Humanos.
La precariedad de los trabajos creativos.
Se suele definir la pobreza como la incapacidad de establecer unos mínimos elementales para la protección y el cuidado de la existencia material. Esta afirmación es irrefutable, pero presenta una lectura muy reduccionista. La ausencia de recursos básicos provoca disturbios en todos los flancos de la experiencia humana, pero sobre todo en la construcción de un horizonte vital. La pérdida de lo más primario de la soberanía individual expulsa ferozmente del léxico la palabra proyecto. La pobreza y sus contemporáneos vecinos (la precariedad, la inestabilidad, la incertidumbre, la volubilidad, la indefensión, la pobreza salarial) desdibujan el presente poco a poco, pero su verdadera víctima es la desintegración de cualquier idea de futuro. En la pobreza no hay posibilidades de autorrealización, que es el referente más radicalmente humano. Dicho de otro modo. La pobreza deshumaniza. La aporofobia amplifica abyectamente esta deshumanización.
Artículos relacionados:
Aporofobia, rechazo al pobre por ser pobre.
Empatía, compasión y Derechos Humanos.
La precariedad de los trabajos creativos.