martes, abril 21, 2015

Decir lo siento sin sentirlo



The Gift, Michelle del Campo
Existe una fórmula tremendamente económica en la que se pide perdón pero sin necesariamente reconocer la autoría de la ofensa cometida. Como exonera de culpa es habitual en todos los ámbitos, tanto públicos como íntimos, aunque en la gestión y comunicación políticas ha trepado a la condición de primer mandamiento para salir indemne de palabras que deberían provocarnos vergüenza, imputarnos una tasa de responsabilidad y considerarse un desdoro. Esta es la fórmula indolora que sirve para zanjar una barbaridad que nos delata inoportunamente, o una reflexión en la que no hemos podido inhibir lo que realmente pensamos y que ahora nos mete en un aprieto: «Si alguien se ha sentido ofendido con mis palabras, lo siento». 

Se trata de una condicional que anula el valor de la disculpa porque quien la pronuncia no asume la conciencia de culpa alguna. Señala la ofensa no en las palabras enunciadas y su posible simetría con el daño infligido, sino en el otro, que quizá es demasiado quisquilloso e hipersensible, o adolece de falta de capacidad para el lenguaje un poco beligerante. Todo esto en el caso de que haya ofendidos, porque el uso de la condicional apunta que puede haberlos, pero también que puede que no. Pura volatilidad. De este modo la disculpa se enajena de la promesa de no repetir el daño causado puesto que el uso de una frase condicional deja claro que no se asume la creación de daño. Frente a esta fórmula lingüística está la verdaderamente sincera, la que rara vez se oye: «Siento haber provocado daño con mis palabras, que fueron muy lesivas». Aquí sí se acepta la responsabilidad, se reconoce la culpa y se publicita por qué uno se siente culpable. E incluso para que la petición de disculpa sea completa convendría agregar un propósito de enmienda específico, qué se va a hacer a partir de ahora para reparar el daño. «Siento haber provocado daño con mis palabras, que fueron muy lesivas, y a partir de ahora intentaré que mi lenguaje sea más considerado con los demás». Pura ciencia ficción en ciertos círculos.



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martes, abril 14, 2015

Elogio de la cooperación (seis conclusiones)


Ayer impartí la conferencia inaugural de las XII Jornadas de Mediación de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. La titulé "Elogio de la cooperación. O cooperamos o nos haremos daño". La conferencia duró una hora y media y en ese intervalo de tiempo me dediqué a compartir y explicar seis conclusiones a las que he llegado después de mucha investigación, mucha bibliografía y muchas horas de redacción de contenidos y de producción de conocimiento transdisciplinario. Mis seis conclusiones para atreverme a hacer una encendida apología de la cooperación fueron:

1. En la competición siempre hay damnificados.
2. Las personas convivimos. Somos existencias anudadas a otras existencias.
3. Las personas somos entidades muy complejas.
4. Somos seres interdependientes.
5. Sin cooperación no hay solución. El conflicto puede terminarse, pero no solucionarse.
6. La cooperación necesita la convicción ética de que el otro es la prolongación de mi propia dignidad. De que la capital del mundo es nosotros.


La conferencia fue una detallada explicación de por qué he llegado a estas seis conclusiones. Aderecé mis tesis con los resultados de algunas dinámicas que he llevado a  cabo en los últimos años con niños y adultos para ver cómo resuelven la tensión entre el interés privado y el interés común. Terminé mi intervención compartiendo doce grandes ideas de genealogía muy pragmática para lograr entornos más cooperadores. Como punto final animé a los asistentes a que refuten esa idea tácitamente divulgada de que como los demás son tan importantes para nosotros, cuanto menos lo sepan, mejor. Conviene hacer justo lo contrario. Los demás son tan importantes para nuestras vidas que cuanto más lo sepan mejor para ellos, para nosotros, para todos.