Obra de Nick Lepard |
Se suele afirmar en plan jocoso que el jefe ideal es aquel que coloca a su lado a gente con valentía suficiente como para decirle esas cosas por las que en cualquier otro trabajo les mandarían a engrosar las listas del paro. Erich Fromm aseguraba que la humanidad sólo había progresado gracias a actos de desobediencia. El disidente evita el pensamiento uniforme, unidimensional, acrítico, la peligrosa estandarización y el etiquetado que desdeñan los matices, la ausencia de visiones alternativas que cronifican el estatus quo aunque sea empobrecedor, los puntos ciegos que operan sobre nuestro intelecto y hacen que no veamos aquello que para otra mirada es evidente, las ilusiones cognitivas que sólo las percibimos cuando alguien nos objeta lo que para nosotros hasta hace un segundo era indudablemente obvio. El abogado del diablo nos señalará como personas portadoras de un pensamiento falible, delatará nuestra excesiva confianza en lo que creemos saber y nuestra renuencia a admitir el protagonismo de nuestra ignorancia en la adopción de decisiones. La disensión es primordial para que la duda se erija en la reina que legisle todos nuestros enunciados, puesto que sólo quien duda se plantea la veracidad de lo afirmado por unos y otros. Necesitamos la presencia de un disidente que nos impida dar crédito a lo primero que se nos pase por la cabeza o llegue a nuestros oídos. Un abogado del diablo dentro y fuera de nuestro cerebro.
Artículos relacionados:
No hay respuesta más honesta que no sé.
Cambiar de opinión, ¿herejía o lucidez?
Pensar en tres dimensiones.