Obra de Rebeca Sampson |
La cosificación consiste
en tratar a una persona como si fuera un objeto. Nadie puede metamorfosear a nadie en un objeto, pero sí tratarlo como si lo fuera, lo que desvela el parentesco de la cosificación con la manera que elegimos de relacionarnos con nuestros semejantes. En Ciudadelas de la soberbia, la filósofa estadounidense Martha Nussbaum sostiene que «cosificar
significa dar trato de cosa. Pero a tratar un escritorio o un bolígrafo como
cosas no lo llamaríamos cosificación, pues los escritorios y los bolígrafos
simplemente son cosas. Cosificar significa convertir en una cosa, tratar como
una cosa, aquello que en realidad no es una cosa, sino un ser humano. La
cosificación implica, pues, una negativa a apreciar lo humano de aquello que se
cosifica o, más habitualmente, a negarle activamente su plena condición humana».
Para Nussbaun la cosificación es un concepto agrupador que entraña siete ideas
diferenciadas, siete formas de tratar a una persona que no necesariamente
operan de manera simultánea. Se puede dar una dimensión y sin embargo desactivarse otra u otras, aunque todas ellas hallan su fuerza gravitacional en que la persona no pueda elegir por sí misma. Dicho lapidariamente. La cosificación de una persona estriba en la anulación de su volición.
Los siete vectores son los siguientes. Cosificar es tratar a una persona como una cosa al considerarla: 1) Un instrumento, una herramienta para los propósitos del cosificador (las personas se releen como entidades serviles puestas a su entera disposición). 2) Una entidad no autónoma, sin capacidad para actuar y autodeterminar su agenda. 3) Canjeable y por tanto intercambiable (frente a la irremplazabilidad propia de la singularidad que porta cualquier persona). 4) No inviolable (es decir, carente de límites que hay que respetar, «como si fuera algo que se puede deshacer, machacar, penetrar o asaltar». 5) Susceptible de ser poseída y por lo tanto usada como una propiedad. 6) Desocupada de subjetividad (sus sentimientos y sus valoraciones son minusvalorados o directamente desatendidos). 7) Silenciable (tanto si enmudece como si habla, puesto que lo que pueda afirmar no merece atención ni consideración). Aparte de estas terroríficas siete dimensiones, creo que también se puede hablar de cosificación cuando se propician contextos que escinden a las personas de sus capacidades, de esas potencias de vida que al desplegarse les surten de fruición y entusiasmo. Cosificar sería favorecer o suscribir formas de vida que socavan estas posibilidades vigorizantes, las que hacen que las personas abracemos la vida como oportunidad deseable de ser vivida.
En el ensayo Hacer disidencia del tecnocrítico
francés Eric Sadin, se formula una prescripción para que la vida humana
compartida sea un lugar más apacible y hermoso: «No reducir al otro a una
función instrumental y favorecer los vínculos de pura reciprocidad». Infortunadamente el ethos
neoliberal opera en la dirección contraria. La
satisfacción del lucro privado se supraordina a cualquier precepto que vele por
una vida compartida buena y que alce a la otredad como una instancia portadora de una
dignidad que nos obliga a su atención y cuidado (que es la manera más sensata de cuidar la propia). En aras de extender los márgenes de beneficio no es
rareza precipitarse en la cosificación de la alteridad, puesto que es su cosificación
(cuyas ramificaciones pueden sedimentar en sometimiento, dominación, subyugación, deshumanización, impersonalización. extractivismo, abuso, anulación) la que
facilita la productividad y la ampliación de la ganancia monetaria. En la obra El desorden democrático Michel J. Sandel sostiene que «los sistemas
económicos deberían juzgarse en función del tipo de ciudadanos que producen». Mari-France Hirigoyen aborda en Los narcisos cómo la competición exacerbada promocionada por el régimen neoliberal inflaciona
la soberbia en las personas que se alzan con puestos de honor y el autodesprecio en aquellas otras que no alcanzan los estándares sociales asociados a la esfera laboral. El cesarismo de los soberbios propende a cosificar en entornos que exigen
subordinación como contrapartida salarial. El soberbio no es que esté incapacitado para percibir a los demás
como iguales, es que solo se ve a sí mismo. Y la estructura competitiva es ideal para agigantar esta miopía.
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