|
Obra de Daniel Coves |
Estos días de
excepcionalidad y confinamiento hogareño se habla mucho en la comunidad digital
de los abrazos y de la punzada de nostalgia y aflicción que supone no poder
darlos. He leído a gente muy afligida por no poder tocar a sus seres queridos. A mí me conmovió especialmente el comentario que hizo una amable lectora de Navarra
al artículo del martes pasado cuando, después de compartir conmigo su apreciación del
texto, me envió:
«Un abrazo inmenso, ahora que tanto los
echamos de menos». A pesar de que el abrazo era
declarativo, prometo que me emocionó y lo sentí como si en vez de lingüístico fuera
táctil. También me gustó mucho la expresión de otra lectora que diferenciaba el abrazo que nos mandamos en los mensajes o en los comentarios del «abrazo de verdad». Cuánta antropología alberga esa expresión. No es que los abrazos que nos dirigimos sean falaces, es que el cuerpo ha sido expulsado de esa celebración, y sin cuerpo no hay abrazo, no abrazo de verdad. El mundo pantallizado es el que ahora nos permite al menos contacto ocular, ver a los otros tras el cristal luminoso, pero la digitalización...
* Este texto aparece íntegramente en el libro editao en papel
Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir
aquí.
Artículos relacionados: