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jueves, abril 15, 2021

Repensarnos pandémicamente

El próximo lunes 19 de abril pronunciaré la conferencia "Repensarnos pandémicamente". Será a las 17:00 h. en la modalidad online en el marco de las "V Jornadas Convielx: educación y convivencia en tiempos de pandemia", que se celebrarán del 19 al 21 de abril. Las organiza el Cefire de Elche. Quien desee asistir dispone de toda la información en el siguiente enlace , o en la web oficial del Cefire Elx. En mi intervención hablaré de cómo la vida pandémica nos está enseñando con dolorosa pedagogía cuestiones profundas del patrimonio humano, un conglomerado de deliberaciones acerca del acontecimiento de existir en espacios de interdependencia. Repensarnos, resemantizarnos y reimaginarnos desde la experiencia coronavírica se alza en una improrrogable tarea de aprendizaje colectivo. Aunque sea a través del mundo pantallizado, estaré encantado de que podamos coincidir, escucharnos y dialogar. Un abrazo a todas y todos.

 

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martes, marzo 16, 2021

La pedagogía pandémica un año después

Obra de Milagros Chapilliquen Palacios

Se cumple un año de la declaración del Estado de Alarma Social. Recuerdo perfectamente el 14 de marzo de 2020 en el que el Ejecutivo anunciaba quince días de confinamiento domiciliario, restringía la movilidad, paralizaba toda actividad no esencial. Entonces el término confinamiento domiciliario no existía, porque no figuraba ninguna otra variedad confinada de las creadas más tarde (confinamientos perimetrales, o confinamiento duro, por ejemplo), pero tampoco existían otras palabras que ahora decoran de un modo protagonista la conversación pública. Desde aquel día el confinamiento fue prorrogándose hasta cumplir varios meses, y en ese tracto de tiempo inventamos léxico con el que nominar y entender una realidad inédita y por tanto todavía desempalabrada. Aquella primera semana de reclusión vaticiné erróneamente que iba a sufrir el aplastamiento de un alud de tiempo homogéneo y plomizo. Tomé la determinación de duplicar la publicación de estos artículos para balsamizar y pautar los días. A mi cita creativa de los martes sume la de los viernes. Mi idea era instrumentalizar la clausura y mantener esta duplicidad hasta que el confinamiento periclitara. Aquellos textos dibujaban una línea temática y cronológica tan perfectamente marcada que dieron lugar al libro Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento. La idea era deliberar y escribir en torno a la experiencia confinada y pandémica, pero hacerlo desde el propio régimen de reclusión. Se trataba de eludir la desviación retrospectiva, la tendencia a examinar acontecimientos pretéritos utilizando la información presente que sin embargo era del todo inexistente cuando ocurrieron los hechos escrutados. Si algo aporta la existencia de este ensayo, es su confabulación contra la tergiversación y la desmemoria. Los textos que lo conforman fueron escritos en absoluto tiempo real durante el encierro domiciliario sin saber inicialmente que acabarían depositados en una obra. Realmente no escribí un libro. Me encontré con que había escrito un libro sin darme cuenta. 

El confinamiento no zanjó el mundo, ni detuvo el tiempo, como he escuchado tantas veces estos conmemorativos días. Remansó el latido del mundo y vació de muchas tareas los días acostumbrados a estar sobrecargados de ellas. Provocó la suspensión momentánea de una elevada parte del tiempo destinado a producir, y por tanto se irguió en un espacio idóneo para infiltrar pensamiento con perspectiva. Si pensar consiste en interrumpir el mundo para sentirlo y comprenderlo mejor, resultaba imposible no pensar cuando el mundo se había enlentecido y los días se presentaban con una masa excedente de tiempo. El título del libro de Boaventura Sousa de Santos, La cruel pedagogía del virus, señala muy bien la condición propulsora de reflexividad que ofreció el escenario coronavírico. La pandemia y la imposición  de recogimiento ofrecían idoneidad para reapropiarnos de las preguntas relevantes, desarrollar artesanía deliberativa en torno a la multiplicidad de modos de habitar la vida. La interrogación más interpeladora de todas las existentes es aquella que nos plantea cómo queremos vivir. Si no nos formulamos estas preguntas, si solo aspiramos a recuperar las formas de vida precoronavíricas, me temo que no estaremos metabolizando como aprendizaje todo lo que nos está enseñando la pandemia.

No puedo por menos de poner aquí en entredicho ciertas narrativas en las que se romantizó el confinamiento. Recuerdo que en una entrevista me preguntaron por la fragilidad contemporánea que suponía quejarnos por tener que permanecer encerrados en nuestras casas, lo que comparando con quienes habían padecido una guerra develaba en todos nosotros una infantilización  preocupante. Mi única respuesta es que hubo muchos confinamientos dentro del confinamiento, y homogeneizarlos era releerlos de una manera equívoca. En mi caso pasé un confinamiento amable y nutricial, repleto de eventos transformadores, a pesar de que mi agenda laboral e ingresos se evaporaron, sufrí el contagio y enfermé. Otras reclusiones fueron muy dolorosas. Mucha gente habitaba en diminutas infraviviendas, padecía hacinamientos, entreveía horizontes laborales tenebrosos, se sabían afectados por expedientes de regulación temporal de empleo, por la inminente ausencia de dinero, por la corrosión del carácter que ocasiona la precariedad, por la implosión de conflictos, por la muerte de seres queridos. La heterogeneidad confinada nos hablaba de muchos tipos de confinamiento, pero sufrimos el sesgo del falso consenso. Creer que a los demás le ocurría más o menos lo que a nosotros. 

El confinamiento enfatizó los nexos al aislarnos en nuestros hogares y atrofiar la vinculación social. La existencia se presentó como un objeto desencajado al ser privada de socialización. La deflación afectiva nos delató como animales sentimentales, nos hizo añorar los abrazos que no nos podíamos dar y la tactilidad con la que el cuerpo deletrea los afectos, aunque en el análisis conviene no olvidar que en muchos domicilios una inflación de vínculo provocó también hartazgo, debilitamiento y la retirada transitoria o definitiva del propio nexo. La reclusión pandémica verificó la sociabilidad insociable del animal humano postulada por Kant. Una lección que no deberíamos desdeñar. 

El brote viral atacó nuestra relación con el empleo, el consumo, los hábitos de ocio y la convivencia, pero sobre todo nos comunicó con franqueza descarnada que somos un cuerpo. En un mundo tecnocientífico y pantallizado se nos olvida con demasiada facilidad que somos un cuerpo frágil, vulnerable y mortal. A mí me provocó mucha estupefacción leer aquellos días que el coronavirus nos había devuelto la mortalidad, como si hubiese habido algún momento en que nos hubiéramos emancipado de ella. El virus recepcionaba en el cuerpo para atacarlo. En mi caso sufrí ese ataque y reconozco que hubo varias noches en las que sentí miedo porque mi cuerpo se mostró inerme y muy baqueteado por el virus. Experimenté en pleno confinamiento que la vulnerabilidad es consustancial al ser humano, pero sobre todo sentí muy vívidamente que lo contrario de la vulnerabilidad no es la fuerza, es su aceptación para urdir estratagemas colectivas implicadas en el cuidado y en la conciencia de interdependencia. Creo que es la mayor pedagogía de la pandemia. No sé qué nuevas realidades nos traerá el mundo postcoronavírico. Sí sé qué condiciones sentimentales y discursivas son las más propicias para que entre todas y todos intentemos levantar realidades más plenificantes y dignas. Ojalá vayamos incorporando las enseñanzas de la pandemia a nuestra agenda. Que nos obliguemos inteligentemente a que tanto sufrimiento no sea en vano. 

 

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viernes, diciembre 18, 2020

Pensar qué normalidad nos gustaría

La revista Valors tuvo la amabilidad de contactarme hace unas semanas para contar con mi participación en el monográfico de su nuevo número de diciembre dedicado a la nueva normalidad.  Habían visto que este tema era habitual en mis prácticas deliberativas y que en junio publiqué un libro con adherencias temáticas similares nada más concluir la primaveral clausura domiciliaria: Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento. El artículo de fondo que he escrito para Valors se titula "Pensar quina normalitat ens agradaria" (Pensar qué normalidad nos gustaría). En el monográfico aparecen las firmas de Josep Ramoneda, Newmrod Carrasco, Jordi Sacristán y Nathalie P. Lizeretti.

Comparto aquí algunos fragmentos del texto:

«Hablar de nueva normalidad es un oxímoron. Se trata de dos palabras que no pueden aparecer yuxtapuestas sin entrar en frontal contradicción. Si es normalidad, no puede ser nueva. Si es nueva, no puede ser normalidad». 

«No podemos alistarnos a la inalterabilidad mientras una pandemia global nos confronta con el sentido y la dignidad que nos gustaría brindarle a la vida».

«Los autores de literatura distópica afirman que el primer paso para la construcción de nuevas realidades es la invención de un neolenguaje, de la misma manera que la eliminación de palabras es la medida favorita de los totalitarismos para suprimir tanto una realidad como la posibilidad de imaginarla».

«Vivimos en lo que Marina Garcés denomina en Nueva Ilustración Radical (Anagrama, 2017) "la condición póstuma". Sabemos que este tiempo ha muerto, pero nos negamos a admitirlo, exactamente igual que en los procesos de duelo en su fase fundadora».


Más información de los contenidos y de la adquisición de la revista en papel aquí . 

 

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jueves, septiembre 10, 2020

Conferencias presenciales el martes 15 y jueves 17 de septiembre de 2020

Hola a todas y todos los que tenéis la amabilidad de estar al tanto de este Espacio Suma NO Cero. El nuevo curso arranca con dos inminentes conferencias presenciales (habrá una tercera online de la que informaré en breve) programadas por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Tomares (Sevilla).  La primera de ellas se titula La invención de los buenos sentimientos. Los sentimientos son sistemas de evaluación de todo lo que nos afecta (somos seres con la capacidad de la afectabilidad) y en función del resultado de ese proceso informativo y evaluativo se generan los diferentes afectos y las distintas predisposiciones comportamentales tanto con nosotros mismos como con los demás. La neurología nos dice cómo sentimos, y nuestra reflexividad nos puede ayudar a discernir qué sería bueno sentir para que la experiencia de la vida en común sea lo más amable posible. Este será el tema que trataré en mi intervención del próximo martes 15 de septiembre.

En la segunda conferencia abordaré el tema de la violencia. Creemos erróneamente que lo contrario de la violencia es el empleo de la palabra, pero no es cierto, o no al menos exactamente así. Hay palabras cargadas de una letalidad terrorífica que solo con proferirlas pueden provocar un daño atroz o la disolución identitaria de una persona en cuestión de segundos. Lo contrario de la violencia no es la palabra, es la convivencia. La experiencia compartida de la convivencia se nutre de un haz de palabras con rasgos distintivos muy singulares. En El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza dediqué un capítulo a explicar qué palabras y qué estructuras comunicativas necesitamos para que esa convivencia sea considerada y respetuosa, para que la violencia sea expurgada de los procedimientos para coordinarnos con los otros en el tejido colectivo. Esta será la idea nuclear de mi segunda intervención, la del jueves 17 de septiembre. En el cartel está toda la información (hora, emplazamiento, día). Para asistir basta con apuntarse en el email igualdad@tomares.es  La actividad se realizará atendiendo a las medidas de seguridad tomadas por las autoridades sanitarias en relación con la pandemia del coronavirus. El aforo es limitado. Estáis invitadas e invitados. Será un placer desdigitalizarnos y encontrarnos al otro lado de este mundo pantallizado. Un abrazo.

 

 

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