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martes, mayo 07, 2019

El «Espacio Suma NO Cero» cumple cinco años


En este recién estrenado mes de mayo se cumple el quinto aniversario de este Espacio Suma NO Cero. Nació en 2014 con el propósito de que la escritura sirviera de elaboración de aprendizaje a través de la construcción de alianzas entre pensamiento y vida, pero también con el deseo de compartir con los posibles lectores el resultado de este ensamblaje. En los primeros artículos publicados vi rápidamente que mi escritura testimoniaba los espacios en los que había habitado. Mi prosa era un híbrido que se alimentaba de mi pasado como columnista de prensa y de mi amistad con el conocimiento, fruto de mi periplo por diferentes lugares. De este nomadismo nació una escritura deseducada y ansiosa por captar y divulgar el latido de la vida, nada que ver con la ensimismada e inerte de los textos que exigen la ortodoxia y la academia. Gracias a los artículos que alumbro aquí, descubrí que no sé lo que pienso hasta que no leo lo que he escrito. La escritura afecta al pensamiento mientras se despliega mágicamente sobre sí misma, es un ejercicio insuperable para arbitrar la caótica ebullición de ideas que se amontonan en los momentos de la fecundidad creativa. Escribir solidifica el mundo gaseoso de la creación. Sin embargo, creo que la labor más sustancial de la escritura es con mucha diferencia la de intentar que la palabra diga lo que hasta ese instante no sabíamos que se podía decir.

Recuerdo que en aquel mayo de 2014 barajé unos cuantos títulos para el blog y ninguno me satisfizo. Como hago siempre que me asedian las dudas, pedí ayuda. Se lo comenté a diferentes personas y una de ellas me propuso el de suma no cero. En teoría de juegos, una suma cero es una situación en la que la ganancia o pérdida de un participante corresponde exactamente a la ganancia o pérdida de otro participante. Si se suman las ganancias y se restan las pérdidas de todos los participantes, el resultado final siempre es cero. Una eliminatoria entre dos equipos de fútbol es un ejemplo paradigmático. Para que un equipo se clasifique es indefectible que el otro quede apeado. Lo que uno gana es a costa de lo que pierde el otro. Este es el motivo de que las situaciones de suma cero inspiren escenarios muy competitivos resumidos en el grito insolidario de ¡sálvese quien pueda! Sin embargo, en las situaciones de suma no cero los participantes pueden maximizar sus beneficios sin que el resultado sea cero para uno de ellos. Yo he realizado dinámicas con alumnado de diferentes edades y he comprobado lo sencillo que es convertir situaciones de suma no cero en incruentas pero animosas y sanguíneas situaciones de suma cero. Dicho de un modo telegráfico. Es muy fácil inducir a la competición. Es muy difícil despertar la cooperación. Para lo primero basta con inflamar emociones básicas. Para lo segundo hay que desperezar la racionalidad. He aquí la explicación de por qué este espacio se llama Espacio Suma NO Cero. Y  el NO siempre en mayúsculas para evitar la confusión.

Frente a los saberes que separan conocimiento y práctica vital, vi en los primeros meses de vida del blog que los textos me interrogaban por la razón de ser de la vida y las formas de habitarla en la irrevocabilidad del espacio compartido. La descripción del blog que reza debajo de su cabecera anticipa esta inercia temática: «Un lugar interdisciplinario para el análisis de las interacciones humanas». En un mundo secuestrado por los saberes técnicos, descubrí que mis textos, cada vez más extensos y cada vez más promiscuos con las nociones de otras disciplinas, vindicaban el pensar no como algo maravillosamente inútil (según pregona el célebre opúsculo de Nuccio Ordine), o como algo no lucrativo ni destinado a la obtención de renta (según la fantástica Martha Nussbaum), sino como el instrumento que desde la interrelación de los saberes nos permite elaborar un sentido a nuestra vida. En esa elaboración es imperativo incorporar a nuestros pares, pero no como elementos adyacentes, sino como existencias al unísono. Nos constituye una red de vínculos tan ubicua que somos incapaces de percibirla en su totalidad y en su genuina profundidad. Solo a través del afecto y la intelección podemos sentir esta interdependencia en la que descansa la singularidad de la aventura humana. 

El lenguaje es un productor de afectividad a través de las palabras que elegimos para pronunciarnos ante el otro y ante nosotros. Decimos el mundo de los afectos y al decirlo lo creamos. La práctica lingüística es práctica sentimental. Cuando yo insisto en que el respeto consiste en tratar al otro con consideración, significa que escogemos las palabras adecuadas (y también la caligrafía con la que el cuerpo se significa) para que el otro adquiera la dimensión de equiparidad y nos relacionemos con él desde ese acontecimiento discursivo que permite la instauración de la comprensión y la confraternidad, que es ver en el otro un yo como nosotros. En ese reconocimiento del otro está el pensar comunitario sin el cual es difícil intuir la dignidad humana como valor común, e imposible aprenderla y convertirla en hábito y memoria del entramado afectivo. Todo fenómeno social y político llega prologado de fenómenos éticos, que son la forma que tenemos de habitar sentimentalmente el mundo. Cualquier exhortación a la emancipación y a la transformación de la índole que sea requiere la participación de nuestros afectos y el predominio de unos sobre otros en función de su propósito. Acabo de sintetizar el discurso del Espacio Suma NO Cero. Me encantaría que todo aquel que pausa su atención aquí se sintiera invitado a la celebración de estos cinco años de encuentro semanal. Ojalá haya oportunidad de soplar juntos las cinco velas de la tarta.



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