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Obra de Solly Smook |
En la segunda semana del confinamiento se popularizó un meme en el que alguien recordaba que las asignaturas más desdeñadas en la oferta
educativa, las peyorativamente nominadas como marías, eran las que ahora contrarrestaban la peligrosa desidia y la
fácil ansiedad que provocan tanto la cuarentena como los vaticinios de lo
que nos podemos encontrar cuando retornemos a la vida agregada posconoravirus. Lo que bajo la métrica de lo útil se arrincona en el periplo académico era lo que ahora actuaba como potente analgésico contra el dolor y el desconcierto de una situación nunca antes vivida. Citaba
entre otras materias, la literatura, el dibujo, la música y la educación física. Cuando
lo leí, pensé que en realidad se podría aseverar que gracias al conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano sobrellevamos con cierta templanza y alivio el régimen de cuarentena. Las Humanidades son nuestra áncora de salvación. Vemos películas, nos enganchamos a series, escuchamos discos, visitamos museos
virtuales, leemos novelas, repensamos el mundo con la utilería filosófica (que estos días
de hermenéutica sobre lo que está ocurriendo y sobre cómo se reorganizará la vida en común tras la deshibernación del estado de alarma social ha cobrado una centralidad
inusitada), asistimos a pantallizadas obras de teatro, contemplamos cuadros, nos confraternizamos
con poemas, nos explicamos con fotografías, acudimos a conferencias on line para reducir nuestro desconocimiento, entonamos tribalmente canciones que operan como himnos colectivos de resistencia. La reclusión nos ha arrojado a la empírica constatación...
* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel
Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir
aquí.