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jueves, abril 21, 2022

Leer para sentir mejor

Leer para sentir mejor

El próximo Día del Libro (23 de abril) verá la luz el libro que he escrito sobre el valor de los libros y la relevancia de la práctica lectora. Se titula Leer para sentir mejor. Aunque este sábado la revista Cultura Inquieta publicará una entrevista en la que hablo de este ensayo, no puedo por menos de explicar aquí cómo ha nacido un libro cuya edición por parte de la Editorial Alvarellos ha quedado preciosa (la portada es obra de la artista Xulia Nieto Pereira). La idea surgió después de pronunciar en Santiago de Compostela una conferencia con la que clausuré el Simposio anual de la Asociación Galega de Editoras. Me propusieron trasladar a lenguaje escrito lo que acababa de compartir desde la oralidad para guardarlo en las páginas de un libro. Acepté con una condición: utilizaría tan solo el esquema de la conferencia, el típico folio con flechas para guiarme, y no su grabación, puesto que también se había transmitido en streaming. Lo desarrollaría inspirado por la profundidad y la depuración conceptual que permite la escritura. Invertí el proceso creativo. Cuando me llaman para pronunciar una conferencia suelo coger ideas diseminadas en mis libros, en esta ocasión un libro ha nacido de las ideas que vertebré para una conferencia. Como la lectura es una puerta de acceso al mundo del otro, una forma de escuchar a los demás, una aceptación de la enorme heterogeneidad y diversidad humanas, el libro recoge también la realidad plurilingüe y aparece en castellano, gallego (traducido por María Reimóndez), catalán (Pau Joan Hernández) y euskera (Ane Garcia Lopez).

Hoy jueves 21 de abril a las ocho de la tarde tendré un pequeño encuentro en la Biblioteca Pública de Almensilla (Sevilla) dentro de la Semana dedicada al Libro. He elegido este sitio como punto de partida de futuras presentaciones en Librerías y Bibliotecas porque sus dos Clubes de Lectura decidieron hace unos años leer mi primer libro y compartirme su experiencia. Allí hablaré de la nueva criatura de papel, y se podrán ver, tocar y adquirir los primeros ejemplares impresos. Cualquier persona que desee acercarse, está invitada. Será un placer encontrarnos y deliberar en torno al amor por la lectura. 


 

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martes, mayo 05, 2020

Prácticas sanadoras: estar en silencio, leer, caminar



Obra de Nigel Cox
A finales de febrero escribí un artículo sobre diferentes prácticas de transgresión. El artículo fue muy bien acogido, se compartió por la comunidad del me gusta varios miles de veces y se diseminó en una explosión de garabateadas trayectorias por el ultramundo digital. Me llamó mucho la atención la arraigada identificación de las lectoras y los lectores con las prácticas que calificaba de transgresoras y disidentes. No consistían en acciones directas en las que te juegas una multa o una detención, ni en acudir a concentraciones ni a manifestaciones que guardan peligro, ni en secundar huelgas en las que arriesgas ingresos o empleo, ni en hacer proselitismo activista en las redes sociales. Las prácticas que citaba en el artículo  consistían en caminar, leer y estar en silencio. No es que las prácticas reseñadas antes no sean necesarias, que lo son, es que creo que se desemboca en ellas con unos afectos más permeables y con más membrana comunitaria si uno frecuenta a menudo estas otras tres actividades. Hubo gente que me escribió dándome las gracias por explicar cosas que ya hacían y sentían, pero que les resultaban difíciles de verbalizar y de defender con interlocutores que reducen la vida a un áspero libro de contabilidad... 

 
* Este texto aparece  íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.














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martes, abril 23, 2019

El libro como la insistente lucha contra la desmemoria


Obra de Francine Van Hove
Tal día como hoy del año pasado coincidió la celebración del Día del Libro con la presentación en Sevilla de mi último ensayo El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza. La coincidencia me animó a arrinconar mi obra durante la primera parte de mi intervención para dedicársela panegíricamente al libro. Parafraseando el título de mi recién alumbrada obra señalé la figura referencial del libro como el triunfo de la inteligencia sobre la desmemoria. Incluso preparé un montaje visual para explicar lo que desde una mirada civilizatoria ha supuesto esta secular victoria frente al dinamismo huidizo y fugaz de las cosas. Unos meses antes había sido bendecido por el privilegio de que me enseñaran privadamente la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca, la biblioteca universitaria más antigua de Europa fundada en 1254. Todavía estaba conmovido por los manuscritos y los incunables que mi anfitriona me había mostrado con prolijidad y didactismo. Cualquiera de aquellos ejemplares (alguno único en el mundo) era el paradigma del denuedo imaginativo urdido por nuestros antepasados para que el conocimiento soslayara su evaporación biológica y pudiera ser legado. Era fácil entender en aquella mayestática sala que el libro se erguía como analgesia contra el olvido, como depositario de un saber que hasta su irrupción se transmitía desde la deshilachada oralidad y su inquietante vigencia efímera. Como lector que todas las mañanas habita en las páginas de un libro, prometo que en esos instantes me sentí deudor de todos los amanuenses y sus encorvadas figuras apoyadas en incómodas y arcaicas mesas de madera para manuscribir originales. Simultáneamente sentí pena y rubor por los que se vanaglorian de no leer. 

Uno de los deseos más arraigados en el ser humano es el de encontrar receptáculos en los que refugiar su memoria. La historia de la humanidad es la liza permanente de qué hacer para proteger lo aprendido, qué inventar para guarecer la experiencia biográfica del advenimiento de una muerte que cuando irrumpe hace desaparecer toda la memoria episódica y semántica en la que se condensa una existencia. De ese deseo insujetable y de la multiplicidad de ocurrencias para satisfacerlo nació el libro. La travesía de ese almacenaje variopinto parte desde algo tan poderoso y mágico como las representaciones icónicas de las cuevas hasta llegar a la construcción del lenguaje articulado. Ese lenguaje se solidificó en la escritura cuneiforme de los sumerios registrada en tablas de arcilla, de ahí saltó al revolucionario papiro egipcio, al carísimo pergamino medieval (todavía recuerdo el estupor que me supuso escuchar en una clase de Filosofía Antigua y Medieval la escandalosa cifra de corderos degollados para manuscribir la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino), al libro códice, al ingenioso papel chino, a la disruptiva imprenta inventada por Gutenberg en el siglo XV, al multisecular libro contemporáneo, al e-book, a las múltiples permutaciones de soportes que facilita la digitalización y su universo de pantallas. Con prosa vibrante y emotiva, el historiador de medios de comunicación Roman Gubern lo relata en un ensayo de título inequívoco, Metamorfosis de la lectura. Es un libro tan hermoso y tan elocuente que desde su publicación hace casi una década lo he regalado unas cuantas veces a personas con las que coincido en que leer absorta e ilustradamente es el mayor acto de pronunciamiento disidente puesto a nuestro alcance en un mundo que privilegia prácticas que señalan justo la dirección opuesta.

En los libros descansa aquello que las mentes más preclaras han dejado por escrito tras discernir mucho, ordenar empalabradamente el desorden en el que se incuban los hallazgos creativos. Este legado se llama cultura, el préstamo que nos conceden nuestros antepasados y también nuestros coetáneos para que ahora nuestra inteligencia no parta de cero en sus elucidaciones. Los que dedican un tiempo diario a adentrarse en las páginas de los libros hacen reflexiva la experiencia de vivir al convertir la lectura en espacio de interacción, interpelación y performatividad, y la hacen así porque dotan al cerebro de lenguaje, el nutriente natural con el que se vertebra y dinamiza la estructura lingüística de la cognición. Pero no se trata de un lenguaje cualquiera, sino del lenguaje del que ha estado corrigiendo una y otra vez su escritura hasta encontrar la palabra nítida y exacta que permita que la idea se presente del modo más inteligible y bello posible para ser compartida. Quizá ahora se entienda porque hoy es un día que todos deberíamos celebrar con entusiasmo desde nuestra posición de afortunados prestatarios. Basta con abrir un libro o encender un dispositivo electrónico para sentir la inconmensurable suerte que tenemos de poder aprovecharnos de la encarnizada batalla librada durante siglos para que la inteligencia triunfara sobre la desmemoria. Feliz Día del Libro 2019 a todas y todos.



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