viernes, abril 24, 2020

¿Cómo sería el confinamiento sin Humanidades ni producción cultural?



Obra de Solly Smook
En la segunda semana del confinamiento se popularizó un meme en el que alguien recordaba que las asignaturas más desdeñadas en la oferta educativa, las peyorativamente nominadas como marías, eran las que ahora contrarrestaban la peligrosa desidia y la fácil ansiedad que provocan tanto la cuarentena como los vaticinios de lo que nos podemos encontrar cuando retornemos a la vida agregada posconoravirus. Lo que bajo la métrica de lo útil se arrincona en el periplo académico era lo que ahora actuaba como potente analgésico contra el dolor y el desconcierto de una situación nunca antes vivida. Citaba entre otras materias, la literatura, el dibujo, la música y la educación física. Cuando lo leí, pensé que en realidad se podría aseverar que gracias al conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano sobrellevamos con cierta templanza y alivio el régimen de cuarentena. Las Humanidades son nuestra áncora de salvación. Vemos películas, nos enganchamos a series, escuchamos discos, visitamos museos virtuales, leemos novelas, repensamos el mundo con la utilería filosófica (que estos días de hermenéutica sobre lo que está ocurriendo y sobre cómo se reorganizará la vida en común tras la deshibernación del estado de alarma social ha cobrado una centralidad inusitada), asistimos a pantallizadas obras de teatro, contemplamos cuadros, nos confraternizamos con poemas, nos explicamos con fotografías, acudimos a conferencias on line para reducir nuestro desconocimiento, entonamos tribalmente canciones que operan como himnos colectivos de resistencia. La reclusión nos ha arrojado a la empírica constatación...


* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.

martes, abril 21, 2020

Aprender a valorar las cosas antes de que se las lleve la corriente


Obra de Almudena Sánchez Mata
Prosigue el confinamiento. Con toda probabilidad mañana será prorrogado una quincena más y por lo tanto tendremos que ceder de nuevo a una singularidad poco subrayada estos días tan excepcionales y a la vez tan impregnados de abatimiento. La cuarentena no solo nos obliga a permanecer encerrados dentro de casa, sino que nos fuerza a habitar dentro de nuestra cabeza. El confinamiento físico entraña un confinamiento psíquico. Sé que desde que nacemos vivimos en el interior de nuestro cerebro, pero el aislamiento social cancela la interrelación presencial con los demás, necesaria para la desescalada del contagio, y nos metamorfosea en anacoretas aprisionados en nidos insulares de ladrillo y cristal. Es cierto que disponemos de una bendita multiplicidad de pertrechos digitales para entretenernos y tapar nuestros oídos al ulular de los fantasmas del tedio y la aflicción, pero la extensa duración del confinamiento empieza a hacer mella en la capacidad de concentración y distracción. Al no existir tiempos diferentes que se complementen y se brinden sentido mutuo desde su condición antagónica, el tiempo comienza a ser una gigantesca y pesada presencia informe difícil de docilizar. Mucha gente con la que hablo a diario me confiesa estar ahíta de lecturas de todo tipo, de ver películas, de sumergirse en series...


* Este texto aparece íntegramente en el libro editado en papel Acerca de nosotros mismos. Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020). Se puede adquirir aquí.















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